Coincidí hace dos años con Michael Campbell en la barra de un suntuoso bar de hotel suntuoso. Semana de torneo. Cervecita antes de cenar. Nada raro: él no había pasado el corte. Nos presentó un amigo común…
Durante media hora lo escuché con atención. Hablaba de golf con una pasión encendida. En aquellos treinta minutos, se refirió a los ‘huevos’ más de una docena de veces. Hay que echarle huevos, decía.
Se hablaba de golf, pero era como si uno hablara de fútbol con Belauste, el de «Sabino, a mi el pelotón, que los arrollo» de los Juegos de Amberes, virtual ‘fundador’ de la furia.
Así que me hizo ilusión verlo arriba en Portugal, negro uniforme de arriba a abajo el domingo. All Black. Huevos negros neozelandeses.