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Faltan 1.381 días…

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Existen hechos cruciales o puntuales que, por la circunstancia que sea, definen con precisión exquisita la esencia misma de su protagonista.

Un último y reciente ejemplo. El modo en que ha jugado Pablo Larrazábal el hoyo 13 del Hilversumsche holandés este domingo. En este par 3 hoy sólo se han hecho cinco birdies: un green duro (como todos los del campo) y delicado, una bandera traicionera al fondo…

Y Pablo, que en ese momento no iba con la soga al cuello ni mucho menos, ha pegado desde el tee directo al trapo. En la misma línea del mástil. Se pasaba tras picar casi a la altura del hoyo y el approach que le quedaba era horroroso. Tenía que superar una pendiente muy pronunciada sin apenas superficie de green con la que contar hasta la bandera y, para colmo, con un ‘stance’ en cuesta abajo, puesto que su bola había descendido la citada pendiente y atravesado un pequeño valle para quedar situada en el inicio de la contrapendiente.

Peter Hanson, minutos antes, y con un tiro un poco menos complicado, había jugado descaradamente al bogey, que es lo que finalmente firmó. Larrazábal, sin embargo, se la volvía a jugar a pegando un tirito magistral contra la pendiente, que terminaba dejando la bola muerta relativamente cerca de la bandera. Incluso en el putt final de par, de unos dos metros, tiraba casi contra tablero para anular la caída.

No es que afronte de este modo tan agresivo todos y cada uno de los golpes que debe gestionar en una vuelta de golf. Aunque sea muy de vez en cuando, también sabe nadar y guardar la ropa. Pero este hoyo desde luego define su esencia de jugador.