Se ha acabado el verano. Los periódicos estirarán sus secciones especiales y refrescantes, pero usted y yo sabemos que el verano se ha terminado. Algunos se marchan ahora de vacaciones y lo celebran airadamente: «ahí os quedáis». Pero en el fondo de sus corazones entienden que están fuera de juego.
Y aunque el verano no haya sido todo lo bueno que esperábamos, si es que ocurrió así, nos invade una penita ligera, pero puntiaguda. Como la de esos niños tímidos que preparan la mochila para irse al colegio una mañana de lunes.
Hora de hacer los deberes y de poner el hándicap al día. Y de cambiar el maldito guante, deshecho de tanto calor y de tanto sudor.
