Ayer enterramos a Mariano Martín Benito en Camuñas, su pequeño pueblo plantado en mitad de La Mancha. Durante más de cincuenta años trabajó para el diario MARCA en Sevilla. Durante los últimos 19 fue mi amigo. Porque fuimos amigos nada más conocernos. Al fin y al cabo, sólo tenía 34 años más que yo…
Yo era el niñato que venía de Madrid a quitarle el sitio, el protagonismo, a arrinconarlo, a dejar bien claro quién mandaba aquí y cómo se hacían las cosas. Él era el viejo gruñón, desfasado y escéptico, que me pondría zancadillas y tendería cientos de emboscadas.
Pero no fue ni lo uno ni lo otro. Desde el primer apretón de manos quedó muy claro. Tengo que apuntar, además, que no lo fue sobre todo gracias a él.
Lo que habré discutido yo con este hombre de fútbol y de casi todo. Y lo mal que discutíamos los dos, porque enseguida se nos encendía la vena en el cuello.
De casi todo, menos de golf. «¿Cómo van los de las bolitas?», me decía. Y se burlaba cuando me veía ensayar un swing dislocado en la terraza de la redacción. Lógico.
Pero recuerdo, por ejemplo, lo orgulloso que se sintió cuando le expliqué detalladamente el decisivo peso de los jugadores españoles en la historia de la Ryder. Me faltaron tiempo y reflejos para hacer de él un buen aficionado de tele y sofá. El ‘look’ ya lo tenía, porque era habitual verlo con su gorra escocesa a pie de campo, sujetando una grabadora decimonónica.
Descansa en paz en tu tierra manchega, Marianín.
* En la imagen, Mariano Martín Benito, con sus chicos de Marca.
