Hay dos mitos del deporte que me repatean.
Uno, el Balón de ORO. Me hubiera gustado ser un excelente futbolista por multitud de razones, fáciles de comprender, pero sobre todo por una: para no ir a recoger semejante premio, que es un canto a la necedad. La auténtica ceremonia de la gilipollez.
Otro, el medallero de los Juegos Olímpicos. Se pongan como se pongan a muchos nos parece ridículo que Australia, con 26 medallas (cinco de ORO) pueda estar por debajo de Kazajistán (ocho medallas, seis de ORO).
Tanto ORO y tanta leche.
