Vaya por delante: el asunto no tiene la mayor importancia…
Pero me ha poseído esta noche el espíritu de Viriato viendo a Carmelo Anthony aniquilar a Nigeria, triple tras triple, mientras un coro de superhombres lo celebraba, brazos en alto, en el banquillo. Esas risitas de James y Bryant con la manita puesta delante de la boca… Lo reconozco: me consumen los ramalazos de tontería (aislados, es cierto) de estos muchachitos, a quienes su entrenador, Krzyzewski, gracias a Dios, ha metido en vereda a tiempo. Primero, sentando a Anthony. Después, imponiendo cierta tranquilidad en el banco: vamos, vamos, chicos, se acabó el recreo.