Un clásico de nuestros días:
-Mi gran defecto es que me fío de todo el mundo, que lo doy todo a cambio de nada, que tengo un corazón ‘asín’ de grande… Y ‘asín’ me va…
Son multitud, ¿no los reconocen? «Es que cuando entrego el corazón, me ciego», repiten. Te lo cuentan y se quedan tan anchos. Porque estos energúmenos, por supuesto, le espetan su discurso al primer desaprensivo que se cruce en el camino.
Miedo me dan. Terror. Te descuidas y pasas el día, la noche (o la vida) girando y girando dentro de su ombligo.