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Faltan 1.496 días…

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Tiger Woods entregó un 72 el sábado en Sawgrass y declaró al finalizar que había sido la vuelta de golf en la que más sólido había pegado a la bola en todo el año…

No hay por qué dudar de Woods.  Por un lado, porque la solidez y consistencia en el golpeo no deja de ser también una sensación muy personal. Y si la suya era esa, por algo sería. Y por otro lado, porque algunas estadísticas desde luego le daban también la razón: cogió aquel día el setenta por ciento de las calles y más del ochenta por ciento de los greenes en regulación.

Enfoquemos aún más la lupa. En mi opinión, entre los hoyos 6 y 9, ambos incluidos, Tiger no sólo fue consistente, sino que además estuvo brillante de tee a green, hasta el punto de patear cuatro veces consecutivas para birdie desde distancias muy ‘apetecibles’… Desde metro y medio en el 6, desde menos de cuatro metros en el 7, desde apenas dos metros en el 8, desde menos de cuatro metros en el 9… Y no embocó ninguna. NINGUNA.

Esa es la diferencia. La gran diferencia.

 Explicaba Woods que aquel día sus tiros buenos no terminaron donde debían, y los que no fueron tan buenos tampoco estuvieron bendecidos por la suerte. Habría que añadir un matiz: salvo que pretenda dejarlas todas dadas, aquellos tiros que sí terminaron razonablemente donde debían no fueron rematados con el putt. Ni más, ni menos. En otros tiempos Tiger habría salido de aquel tramo de cuatro hoyos casi metido en el top-ten del torneo. Y luego sácalo de ahí…