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Hiede la casta

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¿Qué análisis hace cada uno de ustedes de la negativa del COI a la candidatura de Madrid 2020? Más que un análisis profundo, lo mío es una sospecha…

Dudo que la trama del dopaje haya tenido un peso tan decisivo, entre otras cuestiones porque el deporte turco proyecta tantas o más sombras en este sentido. Y ya se ha visto el repaso que finalmente Estambul, la supuesta convidada de piedra, propinó a Madrid.

Creo que el jarro de agua fría de Buenos Aires ha sido más bien un guantazo con y sin manos a la casta política española, que hiede. Un gancho a la mandíbula de nuestras sagradas instituciones, que hacen agua, incluida la intocable Corona.

Los nauseabundos y repetidísimos casos de corrupción definitivamente traspasan nuestras fronteras a diario. Esta gentuza que se esparce a sus anchas entre la clase dirigente ha minado nuestra imagen como nación (una clase compuesta por los que gobiernan y los que aúllan toque o no toque mientras aguardan impacientemente su turno, que llegará sí o sí). El burdo tintineo de la pandereta se escucha hoy en el último rincón del planeta.

Se roba descaradamente de las arcas públicas y las dimisiones se cuentan con los dedos de una mano. Casi nunca dimite el que roba, a quien muchas veces se le brinda con nocturnidad y alevosía una salida por la puerta de atrás, y hasta por la de delante, ni dimite tampoco quien promocionó y acomodó al que roba. Se tapan unos a otros porque nadie de verdad mete el bisturí por encima del tejido gangrenado.

Nuestros dirigentes permiten que, en ocasiones, se vulnere la independencia de la Justicia y delante de nuestras narices se presiona a los jueces con una naturalidad y persistencia lamentables, mancillando la separación de poderes, que es la bisagra vital sobre la que debe girar una democracia.

Nos tocan los cojones una y otra vez con el discurso de siempre desde la oposición y desde el mismo poder, «vamos a poner todos los medios para acabar con la corrupción», pero está por ver que se legisle con intención y rotundidad en este sentido.

Y es porque se hace política a diario sin una noción de estado y del BIEN COMÚN, pero la idea de casta y de gremio no la pierden nunca de vista. Si tú dices NO, yo digo SÍ, se pelean e insultan, pero al mismo tiempo hacen piña en el afán de salvaguardar y multiplicar sus privilegios. Promueven desde su nulo interés por evitarlo el acceso a las esferas de poder de individuos sin la preparación suficiente: basta con mostrar una lealtad ciega e interesada a unas siglas.

Tampoco está libre de pecado, seguro, la rancia maquinaria del COI, que evidentemente mide con raseros distintos a según qué candidaturas (¿Pekín?), porque además la lupa escrutadora se posa con más persistencia y detalle sobre algunas naciones de la Vieja Europa. Pero algo me dice que, en efecto, el hedor descrito ha tenido mucho que ver con la derrota de Madrid.

Por último, y ya que me referí más arriba al indudable desgaste de la Corona, reconozcamos que al menos nos ha quedado el quehacer del Príncipe de Asturias en todo el proceso, limpio y de altura, un soplo más o menos leve de aire fresco sobre la ponzoña, pero soplo al fin y al cabo.