La que hemos sentido muchos al comprobar que Pablo Martín no podrá jugar en Abu Dhabi. Sigo pensando sinceramente, hoy más que nunca, que una buena parte de lo bueno que pueda ocurrirle al golf español en los próximos años pasa por este jugador (a nivel de resultados en el golf profesional, se entiende).
Detecto aquí y allá (redes sociales) cierto cabreo por la ausencia del malagueño en la cita de los Emiratos, cuando muchos parecíamos estar tan seguros de que, metiéndose en el top-5, automáticamente ganaría la plaza. Tengolf contribuyó lo suyo a este malentendido, así que toca pedir disculpas a nuestros lectores.
Para nuestra infamia, pasamos por alto que un Miembro Afiliado del circuito europeo no tenía este derecho en un torneo co-organizado con otro circuito (el Sunshine, en este caso).
A partir de aquí, sólo una invitación habría metido a Martín en Abu Dhabi. Una invitación, si ustedes quieren, que en efecto podría haber valorado sus indudables méritos a lo largo y ancho del Open de Sudáfrica. Pero estos no son criterios obligados. Ni siquiera estimables en muchos casos. Yo, sin dudarlo, le habría concedido a Pablo Martín, cuarto clasificado en solitario del torneo, una invitación. Por desgracia, no decido yo, que por otra parte sería elemento absolutamente parcial en la disquisición: se trata de un jugador español y además es mi amigo.
Honda decepción, sí. Incluso rabia. Pero con algunos matices que mitigan sus efectos y que tienen que ver con la imagen que nos ha dejado el malagueño. Al margen del buen juego, importantísimo, por supuesto, se le ve de verdad enchufado y rascando el acelerador en la parrilla de salida.
