Faltan 704 días
La silueta repeinada de Bobby Jones se alza imponente otra semana más de Open Championship. Royal Liverpool, Hoylake. Aquí (porque ya estamos aquí) puso la segunda piedra de su Grand Slam en 1930, el legado postrero e imponente de su golf, al que a partir de entonces ya no le dedicaría todo su cuerpo y toda su alma, consumido por un estrés competitivo descomunal.
Admito una fascinación irracional por este hombre. Por todos los Bobbys: el niño prodigio de Atlanta, el adolescente irascible, el joven imprudente que lanzaba palos a diestro y siniestro, el otro Jones, más contenido, una vez entendió que sólo podría ganar en las grandes citas y escribir su leyenda si aprendía a aceptar los errores, aquel que echaba humo por la nariz como una olla a presión, que enrojecía y mudaba toda la expresión del rostro cuando salía derrotado.
Bobby Jones. Probablemente el mejor jugador de la Historia, si ustedes me lo permiten. Sirva esta semana también de homenaje a su genio.
