Alrededores del green del hoyo 8 del Abu Dhabi Golf Club, entre las 13,30 y las 14 horas del domingo. Rafa Cabrera Bello acaba de fallar un putt corto de birdie en este par 5 y, a continuación, Sergio García tampoco aprovecha el hoyo largo después de pegar un segundo tiro muy bueno, que merecía mucho más. El caso es que las opciones de victoria de ambos, que ya venían muy justitas, se han quedado casi en nada.
Como quiera que el green del 8 es vecino del green del 1 y desde allí el acceso a la zona de prensa es directo y corto, aprovecho para regresar, manso y domesticado, desde luego nada eufórico, aunque hace mucho tiempo que uno dejó de fiarlo todo a un triunfo patrio, que bastante hacen ya los chicos de la Armada. Ni rendición, ni depresión: es sólo que hay que ir a comer, que si no te cierran el chiringuito.
Un torneo de golf, no obstante, es una permanente caja de sorpresas. O una imposible sucesión de esquinas que al doblarlas te muestran las más variopintas escenas y gentes. Caminando, caminando llego hasta el campo de prácticas, donde ya sólo hay una silueta recortada. Me acerco. Es la de Padraig Harrington. El capitán no está pegando bolas al uso, pero nadie me pida que describa y analice su particular ejercicio, que realiza bajo la permanente supervisión del Trackman (VER VIDEO: mucho ojo al inicio y el final del movimiento).
Paddy siempre ha sido un chalado autodidacta, dicho en el mejor de los sentidos, que para eso es un tres veces ganador de Grandes. Y se ve que no pierde la esperanza de encontrar el Santo Grial del golf.
