Faltan 946 días
A mi edad ya he descartado afiliarme a un partido y hacer carrera en la política. Tampoco a un sindicato. Ni siquiera puedo ver las fotos de los mangantes. Me ponen enfermo. Son además demasiados y se destapan a diario.
Por desgracia, soy de la clase de tropa que más conviene a sus perversiones. No me muevo de un modo efectivo, esforzado y esperanzador por un futuro mejor. Lucho a brazo partido en los pasillos de mi casa (y en la ducha) contra los señores y señoras que roban. Los cojo de la pechera, les digo de todo y los golpeo sin piedad. Doy un poco de miedo. Pero son arrebatos de ira inocua, ingenuos derroches de energía y no sé yo si el síntoma evidente de un patología psíquica.
Me refugio a trompicones en el trabajo y en alguna ensoñación. Y cada semana me pierdo ensimismado en lo que un amigo mío llama las banderitas, las queridas banderitas que colorean las clasificaciones del European Tour, del PGA Tour… Las que suben y bajan.
Petrificado como un imbécil.
A veces, si el cambio horario obliga, me despierto de madrugada con el mono.
No es un vicio caro, las cosas como son.