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Los playoffs de la Fedex Cup son un maravilloso engendro. Lo tienen todo: los mejores jugadores del mundo, un fondo de premios que quita el hipo, espléndidos escenarios, un mes de abigarrada y emocionante competición… Y sin embargo, oiga usted, que no terminan de calar. Que no dejan de ser, eso, un maravilloso engendro.
Será porque a todo cuesta acostumbrarse y al fin y al cabo es un invento en pañales. Será porque les falta un punto de nervio, de tensión competitiva: los mejores jugadores llegan algo pasados de vueltas después de un verano de ‘majors’, y sólo se ponen las pilas al calor del dinero, que no es mal motivo para ponerse las pilas, quede claro. Será porque provocan empacho y algo de confusión: tanto punto Fedex, tanto torneo, tanto glamour de pladur, tantísima pasta, tanto jugador-estrella tratando de escaquearse de alguno de los torneos..
Será porque da grima el hecho de imaginar a un iluminado ejecutivo convencido de que la gloria y el prestigio deportivo se compran con dinero. O porque una vez cada dos años simplemente se presentan ante el aficionado como un molesto obstáculo que debe salvarse antes de disfrutar de otra Ryder.
A lo mejor tan solo ocurre que todos estamos convencidos de que semejante gigante no puede durar mucho. Entonces, es mejor no apegarse, que las despedidas siempre son un engorro (Fedex tiene firmada su presencia hasta 2017).
Dicho lo dicho, bendito sea por los siglos de los siglos el patrocinio de Fedex. Sólo basta mirar el esbozo de calendario de 2014 del circuito europeo para entender que el golf mundial de élite sigue dando pasitos hacia un calendario único en el que el European Tour terminará siendo el hermano pequeño y tonto.
