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Qué cosa más complicada…

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Si nos fijamos sólo en la punta del iceberg del golf de máximo nivel, esto es, en el circuito americano y el europeo, es obligatorio valorar a estas alturas de año lo complicadísimo que resulta mantenerse ahí cada ejercicio, entre los ciento y pico mejores, que son los que se ganan el derecho a seguir una temporada más…

Eduardo de la Riva, Carlos del Moral, Adrián Otaegui y Nacho Elvira acaban de perder la tarjeta del circuito europeo. Gonzalo Fernández Castaño pasó las de caín hace unos meses para mantenerse en el PGA Tour y, de nuevo en la faena (curso 2014-15), apenas ha sumado un puñado de dólares después de tres torneos en la nueva temporada.

Se podría argumentar: “pues vaya novedad. Así es el deporte. Los buenos salen a flote, los menos buenos lo tienen más complicado…”. Tratándose de golf, no obstante, habría que puntualizar al respecto: sí y no.

Sí, porque evidentemente los muy buenos acaban demostrándolo a lo largo y ancho de un año, antes o después.

Y no, porque tal y como tratamos de ‘demostrar’ casi a diario en esta página, ninguna práctica deportiva profesional es tan puñetera como el golf. Tan traicionera. Tan absolutamente sorprendente. Y, sobre todo, tan igualada. La diferencia entre el Número 1 y el 200 del mundo es mucho más pequeña, siendo notoria, en el deporte de los 14 palos que en cualquier otro. En este sentido, el sentimiento de frustración suele multiplicarse cuando, por ejemplo, pierdes la tarjeta, situación en la que se encuentran los citados De la Riva, Del Moral, Otaegui y Elvira.

No se trata de hacer patria, sino de constatar después de haberlos seguido, que este poker de jugadores está sobradamente capacitado para ganarse un puesto entre los mejores. El problema es que en su caso hay doscientos o trescientos profesionales. Puede que cuatrocientos o quinientos. No hay sitio para todos. La línea entre el éxito y la decepción se define por detalles casi intangibles.