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Sergio en el charco

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Ningún jugador de golf en la actualidad es capaz de vencer a Tiger Woods de un modo habitual y constante.

Dicho de otro modo, más acorde con la realidad de este deporte, en el que resulta casi imposible ganar un cincuenta, sesenta o setenta por ciento de los torneos que uno disputa: ningún jugador de golf profesional queda por encima de Tiger Woods, semana a semana, de un modo constante.

Aún más mascadito: si eres un buen jugador de golf profesional y coincides con Tiger Woods en diez torneos, lo normal es que en ocho o nueve ocasiones, quizá las diez, termines la semana por detrás de él.

Ante un Tiger en plenitud, como el actual, habría que ser regularmente muy, muy bueno para elevar estos porcentajes tan simples, hechos a ojo de buen cubero. Y yo diría que ahora mismo no hay nadie capaz. Sólo McIlroy, parece, podría conseguirlo de un modo más o menos regular.

Un extenso introito que me lleva a donde quería llegar: el charco en el que se ha metido Sergio es profundo. Más que charco son arenas movedizas, porque cualquier disputa abierta entre ambos al final se llevará al terreno de los resultados deportivos puros y duros.

Nada, absolutamente nada, tiene entonces que ganar Sergio en esta contienda. Él lo sabe. Y en Estados Unidos ya están esperándole.

Pero seguramente por eso el jugador español se me hace más creíble, más auténtico. Algo (o mucho) tienen de admirable y de atractivo estos ‘espíritus libres’ que jalonan la historia del deporte. Sólo ellos son capaces de ponerle el cascabel a un Tigre cuando su comportamiento no está a la altura.

Cuídese, señor García. La que le espera…