Inicio Blogs David Durán Sólo han sobrado cinco banderas y unos cuantos manguerazos

Sólo han sobrado cinco banderas y unos cuantos manguerazos

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Tommy Fleetwood en el US Open 2018. © Golffile | Brian Spurlock
Tommy Fleetwood en el US Open 2018. © Golffile | Brian Spurlock

Hay a quien le gusta el US Open salvaje y ver a los mejores del mundo sufriendo de manera regular por salvar pares, como prueba de una preparación del campo diseñada a conciencia para ello. Y hay a quien no le gusta. Es un hecho. Y un debate que enriquece, que da vida. Hay a quienes la USGA nos parece el garante de un espectáculo único en su maravillosa cabriola artificial, y hay a quienes les parece un atajo de ‘desalmados’ que no tienen otra cosa que hacer que complicarle la vida a las grandes estrellas…

Y Brooks se puso a ver el Masters en la tele…

Desde mi punto de vista, por ejemplo, al US Open sólo le han sobrado cinco posiciones de bandera puestas con excesiva y atolondrada mala baba el sábado y dos o tres repasos con la manguera en los greenes el domingo. Nada más. Probablemente, aunque nunca lo sabremos, hubiera ganado el mismo jugador, por más que Dustin Johnson se empeñara en hacernos creer que su debacle por los primeros nueve de la tercera ronda tuvo más que ver con las condiciones del campo que con un punto de mira notablemente desajustado desde el hoyo 1…

La USGA volvió a encontrar su Santo Grial

Los greenes andaban de mírame y no me toques el sábado, cierto, en el límite durante las horas finales de juego, pero a la hora de la verdad no diferían tanto de otras tantísimas jornadas de US Open a lo largo y ancho de los años. De hecho, cuatro, cinco o seis posiciones de bandera más benignas, bien distribuidas en el recorrido, hubieran equilibrado la balanza y nos hubieran ahorrado el agüita gratuita del domingo, el cabreo tremendo de muchos jugadores y los golpes de pecho y otros gestos de escándalo fariseo de algunos analistas y periodistas, que se lucen (y hasta disfrutan) relatando el drama, aunque por supuesto lo aborrezcan.

Ni Shinnecock Hills era un prado bucólico festivo el domingo, ni a Fleetwood le regaló nadie el 63

Ay, qué tiempos corren: al final resulta que la USGA se nos está volviendo blandita… El año pasado, en Erin Hills, y ante la previsión de unas fuertes rachas de viento que luego nunca llegaron, se pusieron a recortar el miércoles el denso rough en zonas muy determinadas del campo, donde estimaban que podían abundar los dramas y las tragedias. Y este año, ante la avalancha de críticas, nos privaban en la ronda decisiva de ese último puntito de dureza en el campo. Eso, un último puntito, que tampoco hay que irse al otro extremo: ni Shinnecock Hills era un prado bucólico festivo el domingo, ni a Fleetwood le regaló nadie el 63.

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