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Tiger y el nuevo escenario

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Aunque no lo parezca, es un buen momento para hacer una lectura de la actuación de Tiger Woods en el último Masters de Augusta. Llegó a la cita después de más de dos meses de intenso trabajo. «Mi juego no es aceptable ahora mismo para competir», había dicho antes de retirarse temporalmente.

¿Fue su juego aceptable durante el Masters? Fue más que aceptable. Finalizó en el puesto 17º y por momentos llegó a recuperar su mejor versión. El sábado, de hecho, bien podría haberse metido en la lucha por la victoria, aunque luego Spieth dejara claro a todos que ellos porfiaban por la segunda plaza, porque aquella chaqueta verde era suya y solo suya.

Y este es su nuevo escenario: luchar por competir junto a los mejores, aunque de momento con menos certezas que antaño. El 85 en Muirfield Village del pasado sábado fue producto de una sola cosa, porque el juego de Tiger está hoy muy por encima de este registro: salió a jugar con la idea clara de firmar un resultado muy bajo que lo metiera el domingo en la lucha por el triunfo y en cuanto se torció seriamente la vuelta, se abandonó. Si hacemos un ejercicio de empatía enseguida entendemos que es más que razonable que algo así le ocurra a alguien que ya lo ha hecho todo, que nada tiene que demostrar. Que le ocurra a alguien a quien sólo le motiva estar en lo más alto. Sin embargo, en sus actuales circunstancias, y aunque parezca ridículo, necesita darse cuenta de que es mucho mejor acabar dentro del top-25 que en el vagón de cola. Porque la reconstrucción de la confianza y la autoestima se cuece a fuego lento en la soledad de los entrenamientos, cierto, pero se cocina de verdad durante las vueltas de competición. Sea en el torneo que sea.