Inicio Blogs David Durán Y cuando nos íbamos, noche cerrada, él aún seguía allí

Y cuando nos íbamos, noche cerrada, él aún seguía allí

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Ayer, al filo de las cinco y cuarto de la tarde, Bryson DeChambeau, el líder en solitario del Dubai Desert Classic después de una tercera jornada recién terminada, había solventado sus compromisos ineludibles con los medios de comunicación y estaba apostado ya en la calle de prácticas del Emirates Golf Club. Allí, a aquella hora, estábamos Alejandro Rodríguez y quien suscribe observando, entre otras cosas, cómo el joven estadounidense se ponía a pegar bolas. Nada que sea anormal, pues siempre les queda a estos jugones alguna herida que lamerse, incluso después de haber firmado un 68 más que notable…

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Minutos después nos retirábamos a la sala de prensa, con ese mal regusto que te queda  cuando ninguno de los jugadores españoles en juego ha redondeado esa gran vuelta y se ha puesto mirando al triunfo. (Al respecto, y entre paréntesis, una confesión: de acuerdo, la Armada no lo es todo en un torneo de golf, el DNI de tales o cuales jugadores no debiera empaparlo todo y siempre hay alicientes sobrados y acontecimientos destacables que contar y desmigar, vengan de la parte del mundo que vengan, los Estados Unidos de América, China o Fiyi… Sin embargo, sería una estúpida pretensión ocultarle a usted, estimado lector, la desazón que también bombea el corazoncito del reportero).

Dos horas y veinticinco minutos después, a eso de las ocho menos veinte de la tarde-noche dubaití, nos disponíamos a abandonar ya el Emirates, mochila al hombro, cuando un resplandor en la calle de prácticas llamó nuestra atención. No era una nave extraterrestre: sólo estaban encendidas las torres de luz. La cuestión era: ¿por qué siguen encendidas?

Y el caso es que DeChambeau, líder, no se termina de gustar…

Allá, en la misma esquina, seguía DeChambeau. El líder del torneo seguía pegando bolas, cerca de tres horas después de haber finalizado su ronda. No hace falta señalar que no quedaba nadie más, aunque detrás de él se agrupaba el clásico cortejo que arropa a este tipo de jugadores:  caddie, agente, entrenador, puede que algún familiar o amigo (había una chica joven). Ninguno de ellos disimulaba en su rostro un inmenso estupor. No tardabas ni diez segundos en darte cuenta de ello.

Nos disponíamos a abandonar ya el Emirates, mochila al hombro, cuando un resplandor en la calle de prácticas llamó nuestra atención. No era una nave extraterrestre: sólo estaban encendidas las torres de luz. La cuestión era: ¿por qué siguen encendidas?

En algún momento anterior a nuestra llegada los empleados del club le habían cortado el suministro de cubos de bola. Hora de irse a casa, muchacho. Sin embargo, no dudó en adentrarse cien metros en la calle de prácticas junto al caddie para seguir pegando las bolas que quedaban por ahí desperdigadas. No es cuento ni broma. Y cuando realmente parecía que recogían y se marchaban, Bryson todavía pidió a uno de los miembros del equipo que le grabara un último swing…

Y cuando realmente parecía que recogían y se marchaban, Bryson todavía pidió a uno de los miembros del equipo que le grabara un último swing…

El mismo miembro del equipo que nos solicitó que no hiciéramos fotos sin que su jefe, DeChambeau, hubiese mostrado el mínimo inconveniente en que estuviéramos allí. El jugador de hecho, abandonaba la calle de prácticas despidiéndose uno a uno de tres empleados del campo que habían estado esperándolo para hacerse una foto. Repartiendo sonrisas francas y disculpándose con cada uno de ellos por la larga espera. Eso, y mirando por penúltima vez el último vídeo que habían grabado de su swing. Y puede que comparándolo con el de hacía dos horas y media…

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Los años y la experiencia lo irán poniendo todo en su sitio. Semejante dispendio de energía no puede ser bueno impepinablemente, pero desde luego nos da algunas pistas más acerca de quién es este muchacho. Qué quiere, a qué aspira y cómo espera conseguirlo. Su particular swing y modo de entender el golf cada vez acota más y de un modo científico, aunque sea poquito a poco, el amplio horizonte de misterios y sinrazones que rodea a este deporte. Por si acaso, yo apuesto por él como número 1 de mundo en este año 2019.