En España hay talento, poca paciencia y, quizá, demasiada improvisación. Ocurre en general y, por supuesto, en el deporte. El golf no podía ser una excepción…
Hay talento porque llegan al circuito europeo los Gonzalo Fernández Castaño, Álvaro Quirós, Alejandro Cañizares o Pablo Martín y ganan a las primeras de cambio. Ahí están ahora los Velasco o Larrazábal, por no hablar del panorama amateur masculino y femenino… Hay poco paciencia, porque enseguida exigiremos a estos (y a otros) que sigan ganando, que no paren. Como si eso fuera sencillo. Y hay, quizá, demasiada improvisación porque seguimos dependiendo demasiado del fenómeno 'por generación espontánea'. Subir el escalón a la élite y mantenerse no es cualquier cosa y en España no hay paso intermedio: se quiere y se cuida (más o o menos…) a los chavales, pero luego se quedan demasiado aislados cuando llega el momento de dar el salto. Y en golf, al profesional hay que ayudarle mucho al principio para que pueda viajar, foguearse y coger experiencia.
¿Por qué ocurre con exasperante frecuencia en nuestro país que los deportistas consagrados no se lleven especialmente bien con sus Federaciones, o sencillamente no se lleven?
El caso del tenis es reciente y clarificador en este sentido. Las Federaciones están, no nos olvidemos, para organizar, mediar… y servir al deportista. Para potenciar y cuidar su talento. Así como suena.
