Nada como el efecto dominó en el deporte, y más en el golf, donde la igualdad es tremenda…
¿Qué es el efecto dominó? Pongamos un ejemplo reciente: Rafael Nadal, un clásico en esta página de golf por el ejemplo que supone de superación y determinación, quiso vivir el sueño de ganar en Wimbledon. Se le metió entre ceja y ceja y, después de perder dos finales, ganó la tercera consecutiva que disputaba. Pues bien, su ejemplo cundió entre las mejores raquetas españolas y este año han sido numerosos los jugadores de la Armada que, con la lección aprendida (puede hacerse) y siguiendo la senda trazada por Rafa, han avanzado hasa la segunda semana en el cuadro, vendiendo caras sus derrotas.
Del mismo modo, son muchos los jugadores que han recibido un chute de adrenalina con las recientes actuaciones de Pablo Larrazábal, ganador del Open de Francia y jugando hasta el domingo en el British. Y sin llegar al nivel de los éxitos recientes de Pablo, también pueden fijarse, por ejemplo, en Álvaro Velasco, cuya temporada en el circuito europeo está siendo muy consistente y, a un nivel inferior, en el reciente triunfo de Rafael Cabrera Bello en el Challenge Tour.
Hay profesionales que hasta hace bien poco han competido junto a ellos en los circuitos nacionales o como amateurs y han visto que se puede llegar a esa categoría. Muchas veces perderían contra ellos o harían más golpes, pero seguro que otras muchas ganaban. El planteamiento puede ser algo así: si ellos han llegado, nosotros también podemos.
El efecto dominó, evidentemente, no surge por arte de birlibirloque… Es sólo un empujón, una motivación. Después, como Velasco o Larrazábal, hay que currárselo en el campo de prácticas. Poner los medios. Pero les aseguro que se trabaja de otro modo a diario si alguien te ha demostrado que se puede llegar a metas importantes. Tas los últimos acontecimientos, seguro que Alfredo García Heredia o Ignacio Sánchez Palencia, por ejemplo, acuden con otras miras al Indeco Russian Open, torneo del circuito europeo que se disputa a partir de mañana en Moscú. Después, que sea lo que sea…
