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La Escuela del Swing Lento

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Ian Woosnam © Golffile
Ian Woosnam © Golffile

No ha pasado mucho tiempo desde que escuché en una cancha de prácticas: “Yo soy de la Escuela del Swing Lento”. Anonadado, continué mi camino en línea recta pensando: ¿eso existe de verdad? Pues al parecer, sí.

Especialmente con alumnos que tienen problemas con pegar a la bola en el centro de la cara del palo, existe la tendencia a decir que es por un problema de exceso de velocidad, como si de una multa de tráfico se tratase. Así que me propongo a continuación a desmontarla.

La velocidad en el swing de golf es un preciadísimo don. Para ser más preciso, la verdadera ventaja reside en una alta velocidad de la cabeza del palo en el momento del impacto, que a veces no es lo mismo. A la bola de golf le da igual quién haga el swing, que puede ser un gigante, o Ian Woosnam, que no llega al metro setenta. Lo único que entiende es la información que le transmite el palo de golf, por lo tanto, cuando la cabeza del palo llega a unas 113 millas por hora, que es aproximadamente la media del PGA Tour con el driver, se comprime más que cuando le pega un handicap 20 de 60 años, que normalmente rondan entre las 70 y 80.

Imagínese que un día se levanta por la mañana y pudiera pegarle a la bola a unas 100 millas por hora. Muchas cosas cambiarían en su juego. Para empezar, suponiendo el resto de condiciones de impacto decentes, podría pegar su driver unos 220 metros de vuelo, pero también sería capaz de coger dos o tres hierros menos que si le diera a 80 millas por hora. La vida cambia mucho cuando los pares 4 de 350 metros son driver-wedge, como imaginarán. Hay estudios, como este de Fradkin, Sherman y Finch, que analizaron a 45 golfistas y encontraron una correlación altísima entre su handicap y la velocidad que generan en el impacto.

El que esa capacidad de generar velocidad es un preciadísimo don no solo se demuestra en el ámbito amateur, sino que en el plano profesional lo hemos visto durante los últimos años y se ha demostrado también a través de la estadística: (como vimos aquí) los grandes pegadores ganan más golpes en el PGA Tour de tee a green. Imaginen al bueno de Luke Donald jugando un match play contra Jon Rahm. Mientras uno juega driver-sand wedge, el otro puede llegar a pegar driverhierro 9, sobre todo si además hay viento influyendo. La ventaja es evidente.

¿Significa esto que si usted es muy fuerte y es capaz de mover el palo muy rápido va a disponer de esa ventaja? Por supuesto que no. Para empezar, porque mover el palo rápido, como demostraron Nesbit y Serrano en este estudio, no es sinónimo de distancia. Para conseguirlo es preciso mover los distintos músculos y partes del cuerpo en un orden determinado, también llamado cadena o secuencia cinética. Y para seguir: si por ejemplo usted tiene un ángulo de ataque negativo con su driver, como la mayoría de los jugadores amateur, está perdiendo una gran distancia en cada golpe. En otras palabras: hay otras condiciones de impacto que influyen en gran medida a la distancia final.

Pero es evidente que la capacidad de generar velocidad es un don, como la altura en baloncesto o la fuerza en rugby. Y los dones, como en cualquier deporte, no solo es horrible detenerlos u ocultarlos, sino que además hay que fomentarlos. Si usted es un jugador potente y le hablan de esta escuela hágase un favor: huya. Tienen que enseñarle a utilizar ese don, no a apagarlo.