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Del calderillo a Jock MacVicar

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La gente de barrio no sabemos movernos entre los canapés de las personalidades. O se te cae el panecillo en el zapato del político de turno con quien cruzas unas palabras o formas un lío monumental para que puedan acceder cinco a la zona acotada teniendo cuatro invitaciones. Nuestro hábitat natural es la sala de prensa o bichear entre bambalinas. Me sucedió en el Real Club de Golf, donde tratan a un don nadie como yo con la categoría del magnate Murdoch. Agradezco el detalle, pero la incomodidad que me invade en la carpa de los VIPS es directamente proporcional a los biscuits que mando al suelo. Dejé intuir en mi estreno en www.ten-golf.es mi poco apego a los hombres trajeados y me reafirmo en mi condición de individuo poco dado a las Relaciones Públicas…

Al lío. Open de Andalucía. Los compañeros de esta web tienen que estar hasta el mismo gorro de que el menda les fusile a preguntas cada vez que sigue un torneo con ellos. “¿Cómo me dijiste que se conseguía la tarjeta del Circuito Europeo?”; “¿me puedes recordar cómo era el sistema de puntuación para el ranking mundial?”; “¿dónde estaba metido Thomas Bjorn?”; “¿quién es Drysdale?”; “¿de dónde ha salido la nueva chica de prensa, muy mona ella?”… El cielo ganado tienen conmigo, aunque también aporto mi punto e incluso aprecio los tres birdies, sobre todo los de Coltart y Davies, que vimos el último día en el 8.

Y, aunque he sido contratado para dar palos sin golpear una bola, esta vez seré benévolo. Primero, por mi padre; segundo, por un compañero con el espíritu indomable del periodista de raza. Por partes.

La figura de mi progenitor se ha convertido en estelar en el campo de Condequinto. Y eso que no lo pisa. En el Open de España, hace un año, me sugirió que llevara calderillo a las compañeras de prensa. Ahora, repitió jugada. Para que el lector (mis cuatro colegas) no se pierda: el plato es típico de Béjar, un guiso de patatas con carne, mucha verdura y un litro al menos de vino blanco. El equipo de comunicación comandado por la sagaz María Acacia estaba compuesto esta vez, amén de la jefa, por María, Carmela, Fátima y Mónica, fichaje éste de última hora para mí. Degustaron todas con fervor el famoso calderillo y, con la estrella Michelin ya en el bolsillo, hubo regalo de propina al día siguiente: patatas aliñadas. Así es cómo se gana un periodista sabihondo la confianza del repóquer femenino de profesionales.

Para profesional, un honorable escocés con más años en la profesión que Rosa María Mateo o Victoria Prego. Jock MacVicar se llama. Fue uno de los enviados especiales británicos al torneo. Quería una foto con él. No con Jiménez, Olazábal o Montgomerie. Con Jock. Me motiva encontrar a un compañero con el espíritu de este hombre de 71 años que escribe en el Daily Express, que no sacia su curiosidad y pregunta y pregunta sin cesar a los protagonistas, que sigue sin perderse ni un detalle el desarrollo del torneo, que madruga para estar de los primeros y se marcha de los últimos, que se ha recorrido más de dos mil kilómetros para contar las vicisitudes de sus compatriotas golfistas.

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De mayor quiero ser como MacVicar, mantener vivo el pellizco de plasmar de su puño y letra lo que acontece en el mundo, en este caso el golf. En los tiempos que corren, donde hay becarios refunfuñones con faltas de ortografía y de concordancia en sus textos, donde las empresas no cesan en su afán de despedir a periodistas y donde todos nos hemos acomodado un poco, por qué obviarlo, me parece refrescante ver a un hombre de 71 años que se toma su trabajo como si estuviera empezando en esto. En homenaje a Jock va este texto. Y a mi padre, por su calderillo y por aguantar al carota de su hijo.

Hasta otro día.

PD. Julio, ya tienes ahí la segunda entrega. Parece que esto del blog va en serio.