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Esos putts que no llegan nunca al hoyo

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Por José Luis Márquez

El pasado domingo, durante la retransmisión de la última jornada del Omega, el comentarista de Golf +, Ignacio Gervás, se refería a la importancia de trabajar los putts largos en la medida de lo posible.

La realidad dice que el entrenamiento de esta parcela del juego siempre es un tiempo bien aprovechado. Vamos a ver si podemos dar algunas claves para el amateur medio en este aspecto.

Partimos de una base: como norma general hay que tener en cuenta que el amateur medio suele quedarse muy corto en este tipo de golpes. Se intenta aumentar la amplitud del swing,  pero luego el contacto no es el esperado. Bien porque no se consigue aplicar la velocidad correcta (se amplia el swing pero luego frenamos antes de contactar con la bola, por ejemplo), o bien porque incluso el putter roza el suelo antes del impacto.

Por eso, antes de nada, yo diría que hay que controlar la amplitud del swing, sin que ello perjudique a la velocidad. ¿Cómo hacerlo?  Suele repetirse, y con razón, que no debe existir ninguna acción de manos cuando se usa el putter, pero como norma excepcional puede ser aconsejable realizar una ligera acción de manos en los putts largos. Esto es, en lugar de ampliar el swing demasiado (lo que puede producir descontrol en el contacto), las manos pueden ‘impulsar’  ligeramente el palo para producir la velocidad necesaria. En todo caso, es muy importante que se trabajen estas sensaciones, porque entre otras cosas nada tiene que ver un putt de 15 metros cuesta arriba o cuesta abajo…

Existe un viejo truco visual que ayuda mucho a algunos jugadores. Cuando uno se enfrenta a un putt largo puede ser beneficioso imaginar un enorme agujero (a modo de diana en el suelo) de unos dos metros de diámetro, sobre el cual hay que posar la bola. No olvidemos que, a ciertos niveles, dejar a 3 metros del hoyo un putt de 20 metros puede ser un buen golpe…

Por último, hay a quien le ayuda también contar los pasos hasta el agujero. Primero: para hacerse una idea más exacta de la longitud del putt, así como la ‘orografía’ del terreno (en ocasiones, sólo cuando vamos a marcar la bola del primer intento nos damos cuenta de lo largo y cuesta arriba que era el camino hasta el hoyo…). Y segundo: también sirve en base a un trabajo de sensaciones y distancias en el putting green que ya se tenga medianamente asimilado.