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Hay que ver cómo somos

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Por David Durán

Una mujer que no ha cumplido los 30 años, española, licenciada universitaria, y que apenas sabe nada de golf, me preguntaba ayer por un supuesto ‘affaire’ de Tiger Woods. Ya hay nombres de amantes circulando…

Jamás le había interesado antes absolutamente nada del Número Uno. Así que me ha dado por ponerme existencial y balbucear alguna reflexión…

 

Cuál es el origen antropológico de esta decidida, irresistible y perversa atracción nuestra (o de la mayoría de nosotros) hacia la intimidad ajena? No me excluyo: soy de los que afinan el oído si el vecino de al lado tiene bronca en casa… Lamentable, lo sé. Pero una cosa es reconocer una ‘tara’ y otra muy distinta legitimarla.

Tiger Woods se ha situado en el disparadero de la curiosidad y el morbo después de un accidente tan absurdo como rocambolesco. ¿Una discusión doméstica más o menos fuera de tono con un final desafortunado? Puede que la cosa no pase de ahí. Puede que sí. La que te espera, Tiger: si antes eras el centro de atención de unos cuantos cientos de millones de aficionados al golf o al deporte, ahora vas a salirte del mapa. Así somos. Un asquito.