Inicio Blogs Firma Invitada Las botellas de champán volaban por el vestuario…

Las botellas de champán volaban por el vestuario…

Compartir

Por Pedro Fernández

En doce años de profesional jugando al baloncesto jamás viví algo ni remotamente parecido a lo que sucedió ayer en el vestuario de Europa después de ganar la Ryder Cup…

Estoy sentado en el autobús, camino del aeropuerto de Chicago y tras haber dormido apenas un cuarto de hora. Se me agolpan las ideas, las imágenes, los recuerdos y me cuesta ordenarlas. La azotea no está muy fresca a consecuencia del champán y, claro, cuesta encontrar las palabras adecuadas. Aún así, intentaré transmitiros lo que se vivió ayer en el vestuario. Fue algo indescriptible. Una experiencia única. Aún siento un pellizco cuando pienso en ello.

Fue casi una hora de fiesta, de emoción, de gritos, de abrazos, muchos abrazos, de guiños de complicidad, de cariño, de camaradería… Jugadores saltando, bailando sin ton ni son, movidos por una alegría desbordante, incontrolada. Se me pone la carne de gallina cuando recuerdo el abrazo de minuto y medio de reloj entre Olazábal y Poulter. Yo los miraba y por un momento parecía que el tiempo se había detenido. Ya ven, dos tipos que transmiten pasión e intensidad incluso con un simple abrazo. También fue precioso ver a Chema y Miguel fundidos en un achuchón de vértigo. Europa vibró ayer como nunca y ahí estaban dos españolitos como parte fundamental del éxito. Cortaba la respiración.

El vestuario se fue llenando poco a poco de gente. Cada uno que entraba traía una botella de champán de cuatro litros personalizada, cada una con su nombre. Gigantesca. «Mira, por fin una a tu medida», me decía uno entre risas. Aparecieron copas. «¿Pero quién quiere copas?», se oía. Pues también es verdad, trae ‘pa cá’ esa botella que le doy un tiento.  El espumoso comenzó a volar por el vestuario. Y claro, llegó el momento de regar al capitán. De la cabeza a los pies. No sé ni quién empezó, pero allí se unieron todos… Y de fondo empezó a sonar el ‘We are de champions’… Ya os digo, momentos que nunca podré olvidar.

La jornada fue durísima, con la emoción a flor de piel, intensísima. Jamás he visto a Miguel Ángel Jiménez como ayer. Sabéis que es un tipo muy tranquilo, pero ayer estaba desatado. Quería estar en todos los partidos, nervioso, concentrado, metido, emocionado, hablaba con uno, con otro, por el walkie, carantoña  un jugador, mensaje de aliento… «Pedro, al 8, que está Martin… Pedro, al 6, a ver cómo está Francesco… Pedro, adelántate que quiero ver cómo está Justin… Pedro, vamos con Sergio… Pedro, a la derecha, no a la izquierda… Pedro me bajo, ven ahora a por mí». Fue impresionante. Muchas veces iba yo detrás de él con el buggie persiguiéndolo. Se volvió como loco. Lo vivió casi como si fuera un jugador. Qué ejemplo es el ‘Pisha’. Miguel, eres muy grande.

La fiesta en el vestuario acabó cuando reclamaron al equipo para la ceremonia de clausura. Ducha rápida y a seguir disfrutando. Cenamos en el players lounge y nos improvisaron una barra para copas. Qué felicidad. Nos dieron las tantas y deprisa al hotel, a hacer las maletas pues a las cinco de la mañana salíamos para el aeropuerto.

Me quedo con varias imágenes. Quizá la más sorprendente fue la de Bubba Watson y Poulter jaleando al público para que gritaran al máximo mientras pegaban el golpe de salida en el tee del uno. Fue un momento único. Jamás se había visto algo parecido en golf. Os juro que yo tenía que gritarle al oído a Miguel para que me escuchara.

La otra imagen, por supuesto, es Jose María Olazábal. Me alegro muchísimo por él. Se lo merece. Ha sufrido mucho esta semana y es una persona excelente. Es la Ryder de Olazábal, la Ryder de Europa.

Sólo me queda dar las gracias a Miguel Ángel Jiménez por brindarme la oportunidad de vivir una de las mejores experiencias de mi vida. Jamás lo olvidaré. Y seguro que en cuanto la cabeza se me ponga en orden recordaré muchas más cosas. Gracias, Pisha, mil gracias.

Sígueme también Twitter