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Maestros

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Sin afán de rascar bola a modo de ulterior oferta de jugoso contrato, me apetece hablar de los maestros diarios de los que he aprendido en esta santa profesión. Maestros, sí, como calificaban muchos periodistas y columnistas, recuerdos de mi juventud, a Emilio Romero, aquel director de Pueblo con cara de director de Pueblo…

Rebobinando mi mala memoria, tengo un especial cariño por Paco Pérez, ahora novelista de reputado prestigio por su fabulosa Celda 211. Su nombre tan común no le va nada a su inquieto carácter, siempre pensando, maquinando inventos, buscando, como bien arengaba, otro prisma distinto de la misma historia que todos teníamos.

A Manolo Conradi, ese as del polideportivo hispalense, le fascinaba el oficio. Peleado hasta el paroxismo con la tecnología, condición que compartimos, era un bicho, stricto sensu; bicheaba noticias, bicheaba reportajes, lo bicheaba todo para sacar temas diarios por doquier.

Hay que elevar a los altares a Fernando Matres. Excelente compañero, trabajador incansable, orientador cuando uno estaba perdido y no sabía por dónde tirar una interesante información que tenía entre manos, siempre respetuoso con el becario, su mayor virtud residía (y reside) en valorar las pequeñas noticias, los llamados bolos en la jerga, que poblaban sus dobles páginas del Sevilla. Decidió, hace años, impartir su magisterio en Local después de su florido y extenso paso por Deportes.

Con Mateo González, debo reconocer, se nos caía un poco la baba. Fue el becario perfecto: muy aplicado, cazó al vuelo el proceso de cómo se amasa y se escribe una noticia. Y, por encima de las muchas loas, sabe que para conseguir algo de la empresa siempre hay que ir con buenas formas y con la sonrisa en la boca, no pegando berridos y con mala educación.

Samuel Silva es un personaje. Aunque lo traté antes de que se mudara de un periódico deportivo a uno de información general, ha sido en la calle Rioja donde pude rascar más sobre él. Con pinta de pasota y dando a veces las sensación de que muchos asuntos le importan un bledo, está más puesto de la crisis de las hipotecas subprime, por ejemplo, que cualquiera que curre en Deportes. Ávido lector de lo primero que caiga en sus manos y compañero pendiente del compañero, amenaza con abandonar los medios antes de los treinta. Nadie se lo traga… Y nadie lo desea.

Con estos maestros, entre los que hay veteranos y jóvenes zagales (la sabiduría se curte con los años pero se tiene o no se tiene), disfruté codo con codo en la redacción, pero hay muchos más con los que no dispuse de esa oportunidad y sé de buena tinta que son periodistas de raza. Lucas Haurie, tocapelotas irredento, es capaz de bajarse a la trinchera y estar año y pico escribiendo teletipos de sota, caballo y rey o escribir opiniones tan contundentes como léxicamente enrevesadas en contra de los poderosos. Alejandro Rodríguez es un todoterreno que convierte en oro todo lo que toca, ya sea indagando algún asunto oscuro del Betis, dando fichajes del Cajasol o entrevistando a una joven figura del golf mundial. Juan Jiménez desborda entusiasmo, pasión por el periodismo y echa más horas que un reloj, sacando punta, y muchas exclusivas, a la noticia que esté mascando…

Huelga decir que amén de que me quito el sombrero cuando recuerdo sus trayectorias y el amor que demuestran por este alienante trabajo, son amigos y residentes en Sevilla. Este pequeño homenaje va por ellos.