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Misterio en el campo de golf

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Por Alejandro Rodríguez, redactor del diario MARCA  

No tengo ni la más remota idea de si Alfred Hitchcock cogió alguna vez en su vida un palo de golf, pero de haberse puesto en serio habría hecho temblar al mismísimo Jack Nicklaus. Al menos como yo entiendo este bendito deporte: una mezcla de misterio y suspense…

Es un misterio porque el jugador aficionado medio tiene verdaderas dificultades para encontrar una explicación medio razonable a algunos –a veces muchos- golpes que ejecuta durante un recorrido. Pero ¡ojo!, esto pasa tanto con los golpes estratosféricos como con los, vamos a llamarlos, asquerositos…

Y tiene mucho de suspense porque es realmente un atrevimiento predecir lo que puede pasar con la bola cuando se coge, pongamos, un hierro 5. Claro que intentamos focalizar nuestra atención en imaginar cómo queremos que sea el golpe, pero incluso cuando el impacto es estratosférico, perfecto, estamos en manos de un mal bote, de una ráfaga de viento más fuerte de la cuenta o de un green endiablado que aleja y aleja la bola mientras se nos cae un lagrimón… Y también ocurre lo contrario. Ejecutamos un golpe asquerosito, que no se levanta un palmo del suelo, y de forma inexplicable se detiene mansamente, gracias a la orografía del terreno, a un metro de la bandera… mientras se nos cae otro lagrimón…

Cualquier jugador aficionado medio –y seguro que más de un profesional alguna vez- ha experimentado estas sensaciones en cada una de sus vueltas. Y cuento esto porque a mí me tocó vivirlo de cerca el pasado miércoles. Fuimos a jugar cuatro amigos (David, Juan, Pepe y el que escribe) a un campo de la provincia de Cádiz. Todos somos de nivel medio tirando más bien para abajo. Pero eso sí, jugamos con la ilusión de un hándicap 0. No es que la cosa empezara muy bien, pero sobrevivíamos…

Juan era el que peor lo pasaba. También es el que menos tiempo dedica a jugar y esto acaba pasando factura a cualquiera. Sin embargo, en el hoyo 2, después de marcarse una rayita, pegó el mejor golpe que he visto en un campo de golf. Estaba a unos cien metros de la bandera, quizás algo más. Cogió el hierro 9, perfecto swing (la estética de la postura nunca la pierde), la bola que vuela hacia la bandera, que parece que se pasa, que no, que bota un metro antes, da un segundo bote y cae en el hoyo. ¡Increíble! ¡Fantástico!

Todos corrimos a celebrar el logro como si hubiéramos marcado un gol en la final de un Mundial con España. Claro que he visto otros grandes golpes desde más distancia y que han quedado a un palmo de la bandera, pero el hecho de que la pelotita caiga en el hoyo es incomparable a cualquier otra cosa. Y es que al final hay que concluir que los Durán estos están hechos de otra pasta, son muy grandes.

No dirán que todo esto del golf no es un misterio que podría plasmar perfectamente Hitchcock en una película. Se me ocurre que el bueno de Alfred podría salir vestido de jardinero podando las azaleas del green del 13.

 

Pd: Me voy a buscar en Internet si Alfred Hitchcock jugó alguna vez al golf y les cuento…