Fin de ciclo. De una era de oro y diamantes. Mucho se ha estirado, aunque queda la duda razonable de si a esta España aún no le quedaba un último arreón. Creo que sí. Pero no puede haber queja ni drama. Sería estúpido.
Cambiarán unos cuantos nombres, pero debería ser innegociable el estilo. Nunca será lo mismo sin Xavi Hernández, claro, pero la furia por la furia está más que desacreditada y en España nunca nos van a faltar extraordinarios peloteros. Nunca, en ninguna época, han faltado.
Mientras no se demuestre lo contrario (lo que tampoco debe descartarse), hay dos principios fundamentales que, aplicados de manera innegociable, casi obsesiva, han llevado al fútbol a otra dimensión, a través del Barcelona, primero, y de la selección española. UNO: no hay mejor defensa que la posesión del balón. Y, sobre todo, DOS: no hay mejor y más rentable lugar para robarlo que en el campo del rival. Ese es el estilo. Que no cambie.
