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Un camino sin retorno

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Por David Durán

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Quirós, con el putter en la mano

Hay una sentencia que repite mucho Álvaro Quirós: "no soy un mal pateador, pero soy un pateador pobre"…

Habrá que preguntarle si sigue pensando lo mismo, después de ganar en Qatar con la ayuda inestimable de su acierto en los greenes cuando las cosas se ponían feas de verdad (también en Portugal embocó algunos puros considerables). Ya les adelanto que sí, que mantendrá lo dicho. 

De hecho, de la misma manera que reconoce esta carencia, te dice sin rubor que sabe leer como nadie las caídas de los putts. Quirós entiende que tuvo que desarrollar esta habilidad precisamente para equilibrar esa supuesta irregularidad al tocar la bola. Es curioso, él no se mosquea por fallar un putt, se mosquea si lo que ha fallado ha sido la lectura de la caída.

A mi, la verdad, nunca me ha parecido un pateador pobre. Lo que pasa es que este chico se pone el listón muy alto con una naturalidad que da vértigo y sin ninguna afectación. No va de víctima, se lo puedo asegurar. En este sentido recuerda a los grandes de cualquier deporte o disciplina: mientras todos resaltamos las excelencias de su juego, ellos ya están pensando que sí, que no está mal, pero que ésto o aquéllo aún puede mejorarse.

Dijo al finalizar en Qatar que había ganado sin pegar bien a la bola. ¿Un síntoma de prepotencia? También puedo asegurarles que no. Más bien un síntoma de esa naturalidad y sinceridad violentas y descarnadas como su swing. Realmente siente que puede pegarle mejor a la bola casi cada vez que agarra un palo. Todos los buenos jugadores de golf sienten así. Este y no otro es el santo grial de este deporte. Y es un camino sin retorno: Jack Nicklaus o Ben Hogan ya dejaron bien claro que, como mucho, sólo una o dos veces sentían que habían pegado bien a la bola después de 18 hoyos…