Siempre me intrigó ese estado mental tan productivo que proviene de la decepción o el cabreo fundado y con razón… y algunas veces hasta sin razón…
Ese momento a veces tan fugaz, a veces constante, en el que realmente dejas atrás tapujos y prejuicios, levantas tabique a lo que la gente pueda llegar a pensar de ti, no porque no vayan a opinar, sino porque te da realmente igual a estas alturas, y uno va directo al grano de cada inquietud que tiene la mala suerte de pasar por la azotea de uno en ese momento.
Siempre pensé que son los únicos ratos realmente lúcidos de la corta existencia personal.
Un Patente de Corso desde la ira de Pérez-Reverte es demoledor, por ejemplo. Te da la vida. A veces es como echar gasolina. De ahí que siempre haya sido mi columna favorita. Nada como la desmesura de ese estado incontrolable en el que te la pica un pollo y haces y dices lo que debes, porque quieres.
Hoy he encontrado un ratito de ese estado. Es como una droga. Un día con un ratito de cabreo nunca es un día desaprovechado. Es un poquito de leña pal fuego. Siempre le tuve más aprecio que a su opuesto tan popular, vida en el país de los teletubbies, gozo continuo, compasión absoluta y buen rollito, que tanta gente obcecadamente se disponen a obligar sobre el que está enfadado como un chino. Estoy cabreao, déjeme disfrutarlo, caraillo.
En fin, hoy no hay e-mail a mi entrenador. No sé ni cuántas he hecho en el campo, ni tengo interés por saberlo. Pero he disfrutado como un enano de mi ratito de ira que corroe y juro que ha sido productiva.
Hoy ha sido un buen día.
Saludos a tod@s
