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Actitud ganadora

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Tony Manero, protagonista de la película Fiebre del sábado noche.
Tony Manero, protagonista de la película Fiebre del sábado noche.

Hay golfistas que pasan por la vida sin romper un plato, cumpliendo lo mejor que saben con su cometido y ganándose honradamente las habichuelas —o el solomillo, o el caviar, según les vaya en la vida— sin que nadie les recuerde un gesto extraño ni una palabra fuera de lugar. No les gusta llamar la atención en exceso y la prudencia suele ser su principio rector. Evidentemente, el éxito es directamente proporcional a sus esfuerzos y a su talento, agregando a la ecuación la correspondiente pizca de fortuna, pero a estos golfistas les cuesta más dejar huella en la historia de este deporte. Por el contrario, hay otros a los que se reconoce por esa aura que emiten cuando las cosas les salen bien, esa mezcla de chulería y carácter, siempre adornada por la media sonrisa de quienes se saben (o se creen) mejores, ese “swagger” inglés de difícil traducción, ese “tumbao que llevan los guapos al caminar”, que decía Rubén Blades.

Huelga decir que no basta con entrar en los campos de golf como Tony Manero en las discotecas, y que al estilo hay que respaldarlo con sustancia si se pretende sobrevivir en el ultracompetitivo mundo del golf profesional (y no hacer el ridículo), pero quienes disponen de ese ingrediente adicional cuentan con una ventaja notable. Arnold Palmer y Ben Hogan lo tenían, cada uno a su manera; uno, con la actitud y la imagen de una estrella de cine; otro, con una seriedad circunspecta que amedrentaba. Seve Ballesteros, también, por supuesto; Tiger Woods, indiscutiblemente. La lista es larga y está repleta de nombres ilustres que se sirvieron de ese porte ganador para adjudicarse unos cuantos títulos más por pura intimidación.

En esta época de interregno, el número uno del mundo pasa de mano en mano como la “falsa monea” (ha cambiado 25 veces de manos desde el 30 de octubre de 2010, cuando Tiger lo perdió después de batir el récord de longevidad al ocuparlo durante 281 semanas consecutivas), y los aspirantes a copar esta posición de privilegio han demostrado este carácter de manera intermitente. En su mejor momento, Rory McIlroy ha sido quien ha estado más cerca de exhibir ese talante del que hablamos, pero también le hemos visto cariacontecido y con los hombros caídos cuando le han venido mal dadas. Dustin Johnson sigue siendo un enigma indolente, una esfinge cuya actitud quizá esté basada en la falta de actitud. Jordan Spieth, sin embargo, es de los que engañan. El texano puede llevar el disfraz de yerno que toda suegra quisiera tener, pero debajo de esa fachada inmaculada hay intensidad a espuertas. Es de esos jugadores que te matan con una sonrisa y lo está demostrando en Royal Birkdale. Y masca chicle mientras juega al golf, que eso también da puntos.

Dustin Johnson, en Royal Birkdale. © Golffile | David Lloyd
Dustin Johnson, en Royal Birkdale. © Golffile | David Lloyd

Pero entre los diez mejores en el campo de Southport está el rey de la actitud, un torbellino imparable que ha sido capaz, casi en solitario, de dar la vuelta a una Ryder Cup tirando de genio. Cierto es que su carácter ha extendido cheques que su talento no ha podido cobrar en otras muchas competiciones, pero Ian Poulter se merece un homenaje en forma de triunfo en un grande. Si es capaz de desorbitar los ojos y sacar el puño como en Medinah, lo tendremos luchando el domingo por el título.

Ian Poulter está en la pelea por ganar el Open Championship. © Golffile | David Lloyd
Ian Poulter está en la pelea por ganar el Open Championship. © Golffile | David Lloyd

Y no se olviden de ninguno de los tres españoles, que van bien servidos de personalidad. La de Sergio García, modulada por el triunfo en el Masters; la de Jon Rahm, en plena ebullición y buscando nuevas metas; la de Rafa Cabrera Bello, emergente gracias al triunfo en Escocia y, sobre todo, tras el punto de inflexión que supuso su brillante actuación en la pasada Ryder. Como Spieth, Cabrera Bello tiene el genio escondido, pero muy cerca de la superficie. Los tres necesitarán carácter para afrontar los rigores de un Royal Birkdale dispuesto a dejar en evidencia a quien se despiste.