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El arte del pronóstico

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Ian Baker-Finch y Louis Oosthuizen, protagonistas de la columna de Óscar Díaz.
Ian Baker-Finch y Louis Oosthuizen, protagonistas de la columna de Óscar Díaz.

No se extrañen si, curioseando entre las ofertas de empleo de algún canal televisivo especializado en golf, se encuentran con un anuncio similar a este: “Se precisa profesional de golf para ejercer de comentarista. Imprescindible buena dicción, conocimientos de historia de este deporte, capacidad de análisis con las herramientas más modernas (Trackman, Flightscope, etc.), aptitudes estadísticas, gracejo, buena disposición, facilidad para trabajar en equipo y nociones en técnicas adivinatorias”. ¿El culpable de la inclusión de este esotérico requisito? Ian Baker-Finch, ganador del Open Championship y comentarista de la CBS, capaz de escudriñar en la maraña de información que genera un torneo de la talla del PGA Championship y detectar una curiosidad que se había dado en los tres majors anteriores: que los nombres y apellidos de los ganadores (Sergio García, Brooks Koepka y Jordan Spieth) contenían seis letras. A partir de ahí, búsqueda rápida para localizar a los sospechosos mejor colocados… entre quienes estaba, por supuesto, Justin Thomas, el ganador. ¿Científico? En absoluto. ¿Divertido? Un rato.

Sandro Rey y sus gafas radiónicas.
Sandro Rey y sus gafas radiónicas.

Aunque la imaginación se me dispara pensando en Esperanza Gracia o Sandro Rey (con sus gafas radiónicas de videncia extrema) como contertulios golfísticos o en un arúspice interpretando la posición y el color de las entrañas de un animal mientras sus compañeros de mesa intentan sustraerse a los efectos eméticos de la carnicería, me temo que en las próximas citas los especialistas volverán a recurrir a estadísticas, historiales y datos más o menos de primera mano para formular sus pronósticos. Gana la seriedad, pierde el espectáculo.

Pero no, Justin Thomas no le debe el triunfo en el PGA Championship a una curiosidad numerológica, ni tampoco recurrió a la magia para hacerse con el título, aunque los espectadores de esta última vuelta recordarán un par de momentos en los que la bola de Thomas pareció guiada por la providencia: como el putt remolón del hoyo 10, el chip teledirigido del 13 o el decisivo putt del 17, que parecía escaparse y acabó en el fondo de la cazoleta tras coger el borde izquierdo del hoyo. El padre de Thomas remedó a su evangélico tocayo, santo Tomás, cuando se fundió en un abrazo con su hijo poco después de que este embocara su último putt: “Esto es increíble de coj**es”, resumió contundentemente en una frase no apta para la televisión estadounidense y que resumía el sentir popular.

Thomas fue el mejor, simple y llanamente, en un día de emociones y aglomeraciones en la zona alta de la clasificación. Desde el principio pareció que el título se lo iba a jugar con su compañero de partido, Hideki Matsuyama, pero el japonés, con problemas intermitentes con el putter, se tiró toda la vuelta “un pasito para delante, un pasito para atrás” al estilo Chiquito de la Calzada. El trofeo Wannamaker no se lo llevó, pero yo le concedo el trofeo Gromenauer.

En cuanto al resto de los rivales, los “modestos” Kevin Kisner y Chris Stroud acabaron desfondados, aunque el primero resistió hasta el último compromiso. Por detrás, Francesco Molinari, Patrick Reed y Louis Oosthuizen pusieron bastante picante y terminaron compartiendo la segunda plaza (por cierto, el sudafricano ya ha sido segundo en los cuatro grandes, otra curiosidad numerológica que le hará una gracia relativa).

Al final, profecía autocumplida y triunfo para Justin Thomas, que deja a Rickie Fowler y a Smylie Kaufman como únicos miembros de la panda de las Bahamas sin majors. Sus cifras asustan: 24 años, 4 victorias este año en el PGA Tour y 310 yardas de media desde el tee con 66 kilos escasos en su cuerpo. Le sobra el talento al golfista de Kentucky, un estado célebre por el bourbon, las carreras de caballos y los juegos de azar, y tiene especial mérito su éxito y el de cualquier deportista de élite capaz de medrar con tantas distracciones a su alcance…

Spieth, Thomas, Fowler y Kaufmann, de vacaciones en las Bahamas.
Spieth, Thomas, Fowler y Kaufman, de vacaciones en las Bahamas.

Aunque aún quedan citas importantes en el calendario (¡no se pierdan la Solheim esta misma semana!), yo voy a dedicar un tiempecito a afinar mis aptitudes como augur para pronosticar como es debido los ganadores de los grandes del año que viene, que en la liga de Ten Golf no me como un colín. De momento, ya he preparado una lista con el color de ojos de las madres de todos los profesionales de golf y otra con el número de pie que gastan (los golfistas, no las madres). Seguro que encuentro más claves apasionantes que me llevan directo hacia la verdad y el año que viene me salgo. ¡Saludos y bendiciones!

1 COMENTARIO

  1. No te preocupes Oscar si no vas a Valderrama este año; no hay que ser «abusón» y dejar que lo disfruten los demás, como hiciste tú el año pasado (en realidad lo que quiero decir es que este año yo tampoco voy a tocar la tierra sagrada de Cádiz… menudo batacazo en The Game con el PGA).
    Enhorabuena por el blog, entretenido a la par que instructivo (menos mal que me gusta el mundo de la Roma antigua y no he tenido que mirar lo que significa arúspice).
    Un abrazo

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