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Depredadores

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Rory McIlroy © Golffile | Eoin Clarke
Rory McIlroy © Golffile | Eoin Clarke

Ver los documentales de La 2 sirve, entre otras cosas, para saber que las orcas son cetáceos odontocetos de comportamiento gregario. Es decir, y en román paladino, que son primas hermanas de las ballenas, solo que tienen dientes en lugar de barbitas, y que van en grupo. Además, estos animalitos se han ganado el injusto apelativo de ballenas asesinas por su carácter depredador y también está claro que de pequeñas no hacían caso a sus progenitores, dado que en ocasiones se dedican a jugar con la comida, como saben a su pesar las focas que son zarandeadas y vapuleadas antes de acabar en los estómagos de estos titanes blanquinegros. Y justamente en eso me recuerdan las orcas a los recorridos que acogen el U. S. Open, monstruos inmisericordes —azuzados por la USGA, claro está— que reparten dentelladas a diestro y siniestro, pero que a veces se muestran juguetones con golfistas que consiguen eludir sus mandíbulas, si acaso durante algunos hoyos. De los campos del U. S. Open nadie sale indemne, ni siquiera los ganadores; se impone quien mejor cierra sus heridas y quien acumula menos cicatrices al final de los cuatro días.

Sin embargo, los dientes de Erin Hills tienen forma de espiga, los de la festuca que puebla el denso rough del campo. Leo por ahí que pertenece a las gramíneas y es una excelente planta forrajera, afirmación con la que estarán de acuerdo todos aquellos que se han forrado después de la primera jornada de este U. S. Open. La frase más escuchada esta semana en Wisconsin es la musical «There’s no rescue from the fescue» («El que se meta en la festuca perderá hasta la peluca», en una traducción fidelísima que les ofrezco). De momento, Rickie Fowler es quien menos la ha visitado y su 65 de la primera vuelta ha sido producto de una exhibición de tee a green, con 12 de 14 calles cogidas y 15 de 18 greens cazados. En palabras de Paul Azinger, que ha visto mucho golf, «la mejor vuelta que ha jugado Fowler en su vida». Además de arrancar con una marca histórica (igualando la mejor anotación en la primera vuelta de un U. S. Open con relación al par), el asesino con cara de niño (perdón, de criatura) también generó inquietud entre sus acreditados rivales y seguramente contribuyó a disparar la ansiedad de algunos de los mejores jugadores del mundo, como bien apuntan mis compañeros David Durán y Alejandro Rodríguez en una de sus crónicas. Entre los damnificados, el defensor del título, Dustin Johnson, y sobre todo Rory McIlroy y Jason Day, que necesitarán una heroicidad en la segunda jornada para superar el corte.

Los nuestros salieron del primer duelo con Erin Hills, este Whistling Straits dopado y más largo que un día sin pan, como más de uno lo define, con resultados variopintos y con distintas presencias de ánimo. Sergio García sigue exhibiendo una calma y un control dignos de elogio, los mismos de los que hizo gala hace unos meses en Augusta (y en muchas otras fechas, que esto no es flor de un día). Su trabajado 70 al final del día es un gran primer paso. Rafa Cabrera-Bello, por su parte, terminó aliviado por no haber acumulado más canas en su tupida cabellera, mientras que Jon Rahm veía como un mal comienzo desbarataba sus estudiados planes y los mordisquitos de Erin Hills hacían mella en su paciencia. Como el año pasado en Oakmont, el de Barrika está obligado a bajar del par en el segundo parcial para superar el corte.

Jon Rahm, en el tee del hoyo 9. © Eoin Clarke | Golffile
Jon Rahm, en el tee del hoyo 9. © Eoin Clarke | Golffile

De momento, 44 foquitas se han librado de las atenciones juguetonas de la orca de Erin Hills tras la primera vuelta al bajar del par del campo, pero muchas de ellas saben que no tendrán la misma suerte el sábado. Aunque las calles sean anchas y los greens vuelvan a mostrarse amables gracias a las lluvias caídas durante la semana, la USGA se encargará de que la cifra de golfistas indemnes se reduzca significativamente.

Y hablando de depredadores, no quiero olvidarme del Tigre, el único jugador en la historia del U. S. Open que ha conseguido doblegar a una de las bestias preparadas por el organismo rector estadounidense. Su -12 en la edición de 2000 en Pebble Beach y sus quince golpes de ventaja sobre los primeros de los mortales, Miguel Ángel Jiménez y Ernie Els, siguen siendo pruebas irrefutables de dominio y calidad, y hacen que añoremos aún más la figura de un golfista único.

3 COMENTARIOS

  1. Nuevamente felicitaros por la crónica. Divertida y amena, que refleja muy bien este torneo.

    Gracias por vuestra cobertura, os sigo desde hace muchos meses y cada día me tiró a vuestra WEB para ver noticias y ´crónicas como esta.

    Saludos

  2. Buena crónica Oscar de US Open en general, aunque lo que veo este año es que el campo está muy ancho, a pesar de la temible festuca, con greenes rápidos pero receptivos, y sin viento. Para un US Open se están haciendo resultados muy bajos; de hecho, me imagino que se batirá mas de un récord.

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