Inicio Blogs Golpe a golpe En este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner

En este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner

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El variopinto paisaje del público en un Open Championship. © The Open

— ¿Qué vas a hacer el jueves a las 8:30?

— Ver el Open.

— ¿Y el viernes a las 16?

— Ver el Open.

— ¿Y el sábado a las 19:30?

— Ver el Open.

(Aquí, el interlocutor empieza a pillar la onda y renuncia a preguntarme por el domingo).

No sé si a ustedes les pasará lo mismo, pero el Open Championship me aclara muchísimo el panorama. La cantidad de actividades que caben en la semana (y de decisiones que he de tomar), se reduce notablemente. A grandes rasgos, mi principal objetivo es hacerme uno con el universo golfístico a través de la retransmisión televisiva y tragarme todo lo que pongan, desde las 7:30 en adelante, aunque también le dedico un rato a respirar y alimentarme, claro.

Inicio sereno, viento en aumento y algunos tees adelantados

¿Y qué hago durante tanto tiempo? Lo que todo hijo de vecino aficionado al golf: encariñarme con el desparpajo y las buenas maneras de algún amateur, ilusionarme con los laureles reverdecidos por algún veterano ilustre, sorprenderme con las hazañas de los desconocidos que asomen la cabeza en la zona alta de la clasificación, seguir (en la televisión o en los distintos cacharrejos que complementan lo que aparece en la pequeña pantalla) las evoluciones de los españoles, ponerle dos velas negras a algún golfista malencarado que no me caiga muy bien, estar atento al juego de los favoritos… No obstante, las casi catorce horas de cobertura dan para mucho, con lo que entre golpe y golpe me entretengo leyendo cositas (sobre todo en Ten Golf, faltaría más), lamentándome de mi incapacidad en The Game, tomando notas para fustigarles posteriormente con ellas en mi columna…

En cualquier caso, y aunque no quiero ponerme excesivamente técnico porque llego tarde y a estas alturas ya está todo contado sobre Royal Portrush, el protagonista, si el tiempo acompaña (¿o no acompaña, mejor dicho?) será el Dunluce Links de Royal Portrush, un campo que acoge por segunda vez el Open Championship después de 68 años. Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito, escribió en Tierra de hombres que «la tierra nos enseña más sobre nosotros que todos los libros, porque se nos resiste. El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo». Si en esta cita cambiamos «la tierra» por «un links» y «el hombre» por «el golfista» tenemos la definición perfecta del Open Championship, el major por antonomasia. La pureza de los campos de las islas plantea un reto único que pone a prueba la capacidad de adaptación y el talento de los jugadores… y no respeta ni a sus hijos adoptivos. Véase el destrozo sufrido por Rory McIlroy en sus primeros hoyos de la primera vuelta de esta edición del Open, una especie de venganza demorada por el espectacular récord que el golfista de Holywood se atrevió a arrancarle con solo 16 años a este campo.

Max Faulkner, ganador del Open del 51 en Royal Portrush.

En cualquier caso, soy muy de Royal Portrush, aunque, como bien explica John Huggan, nos haga mentir si este año nos referimos al torneo como Open Británico. Además, la sede norirlandesa me permite colar una cita de Saza en Amanece que no es poco, así que siempre ocupará un lugar muy especial en mi corazón. Al fin y al cabo, el primer ganador del Open en esta sede fue el inglés Max Faulkner, y supongo que sabrán que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner. Bobadas aparte, el longevo golfista inglés (ganó el Open de Portugal en 1968 con 52 años) se adjudicó aquella edición con dos golpes y años después se impuso en tres ediciones del Open de España en Puerta de Hierro y el Club de Campo, aunque en sus primeras visitas a nuestro país tuvo algún encontronazo con los envarados responsables del golf español de aquella época (aunque posteriormente fue nombrado socio de honor en Puerta de Hierro).

EN DIRECTO: Primera jornada del Open Championship

De todos modos, les recomiendo que se ventilen rápidamente esta columnita y se centren en la acción del último grande del año, ya que, como diría Brooks Koepka, las montañas están para escalarlas, los mares, para surcarlos, la gravedad, para escapar a ella y los majors, para ganarlos… y verlos en televisión (y leer sobre ellos en Ten Golf).