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Tiger Woods © Golffile | Fran Caffrey
Tiger Woods © Golffile | Fran Caffrey

Deportivamente me ha mirado un tuerto, como a muchos otros miembros de mi generación. Es muy duro levantarte todas las mañanas sabiendo que los caprichos y las coyunturas espacio-temporales me han hecho coincidir (más o menos, permítanme cierta libertad en los cálculos) con los mejores tenistas de la historia —Roger Federer y Rafa Nadal—, el mejor jugador de baloncesto de la historia —Michael Jordan— y el mejor golfista de la historia —Tiger Woods, siempre con permiso de Jack Nicklaus—, y que solo esta circunstancia (insisto en el solo) me ha impedido alcanzar la cumbre en dichas disciplinas. No tiene nada que ver que sea incapaz de volear decentemente, que no le meta un triple ni al arcoíris y que mi golpe marca de la casa sea el socketazo ratonero.

Rafa Nadal se abraza a su décimo Roland Garros.
Rafa Nadal se abraza a su décimo Roland Garros.

Huelga decir que lo anterior no deja de ser una hipérbole juguetona, pero seguro que hay magníficos deportistas que se han hecho esa pregunta, ya sea como mero ejercicio intelectual o como planteamiento sombrío en alguna noche de insomnio tras una derrota. También podemos recurrir al deporte-ficción y subir a determinados jugadores a la máquina del tiempo de H. G. Wells o a los inventos de Rick y Morty (según sean nuestros referentes culturales) para trasladarlos de una época a otra y comparar sus aptitudes, pero la ecuación se complica. Además del talento y las cualidades físicas, en el caso del golf habría que tener en cuenta la evolución del material y de los campos de golf, los avances en cuanto a preparación, entrenamiento e incluso medicina deportiva, y una cantidad tal de factores que convierte el intento en poco más que una interesante divagación bizantina.

Pero si volvemos al planteamiento inicial, y nos ceñimos exclusivamente al golf, es innegable que este deporte sigue a la sombra de la figura de Tiger Woods. Cuando se acerca la primera década sin victorias en los majors del californiano, queda claro que este sigue siendo la vara de medir y el cristal con que se miran los logros de los demás. “Con Tiger vivíamos mejor”, dirán aquellos que preferían la dictadura de entonces a la democracia actual, un sistema mucho más incierto y, a priori, atractivo. Dicha incertidumbre debería servirles de aliciente, pero parece que dispersa su atención: necesitan referentes y elementos reconocibles, no un plantel de «secundarios» (con muchas comillas esta palabra, por favor) cualificados. Alegan que las cifras dan la razón a los tiranos en el deporte; que la fuerza de los resultados es la base de cualquier meritocracia; que el tirón mediático de Tiger supera con mucho al de cualquiera de sus herederos. Y no les falta razón.

Sergio García, en el Masters. © Getty Images
Sergio García, en el Masters. © Getty Images

Tiger es irrepetible y el golf siempre estará en deuda con su figura, pero toca mirar al frente. Independientemente de que se recupere y vuelva por sus fueros (ojalá), es hora de conceder especial mérito a quienes tuvieron la “mala fortuna” de compartir generación con él (de verdad, no como yo) y plantarle cara. Y, sobre todo, es hora de disfrutar con los logros de los primeros espadas actuales, ya sean veinteañeros, treintañeros o cuarentones. Y si esto pasa por disfrutar con las alternativas y los vaivenes en el ranking mundial que nos ofrecerán Dustin Johnson, Jordan Spieth, Rory McIlroy, Sergio García, Hideki Matsuyama y Jason Day, bienvenido sea.

Además de ser un deporte de perdedores, el golf moderno, de hecho, es una de las disciplinas más democráticas que existen, y por eso asustaba el porcentaje de victorias de Tiger en su mejor momento. Casi cualquier jugador que pinche bola en un torneo de primer nivel puede ganar, y si no que se lo pregunten a Andrés Romero, perdido en el ranking mundial y vencedor el fin de semana pasado en Múnich. Lo del Leicester en la Premiership pasa una vez cada cuarenta años, siendo generosos, pero todas las temporadas surgen de la nada unos cuantos jugadores que acaban ganando un campeonato de mayor o menor postín. Y eso seguirá sucediendo, por mucho que McIlroy, Johnson, Spieth o García dominen el panorama internacional.

Jordan Spieth, en el THE PLAYERS.
Jordan Spieth, en el THE PLAYERS.

Del mismo modo que el fin de la historia pronosticado por Fukuyama no llegó con la caída de la Unión Soviética, la marcha de Tiger Woods no significará el final del golf. El pijama de la nostalgia es cómodo y calentito, pero hay que meterlo en la lavadora de vez en cuando.