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Estilo y sustancia

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Llevamos siglos dándole vueltas a la disyuntiva entre fondo y forma, ya sea en asuntos sesudos y tremendos como la filosofía o la teoría literaria, o en temas mucho más de andar por casa. Y como mis divagaciones son mucho más de andar por casa, les recomiendo que se pongan unas zapatillas cómodas, que enciendan la chimenea (bueno, si hace frío, no exageremos) y que se sirvan una copa de coñac mientras llaman al perrete para que se acurruque cerca de su sillón orejero. Si todo esto lo hacen en su puesto de trabajo, por favor, no dejen de enviar una fotografía de la escena…

Es de perogrullo afirmar que los formatos evolucionan con el paso del tiempo en todos los aspectos de la vida. Las televisiones de 4:3, bestias mitológicas para los millenials, se han convertido en pantallones de 16:9 que amenazan con escapar a los límites de las paredes del salón; las cintas y discos dieron paso a los cedés, y todos ellos claudicaron ante las soluciones digitales (aunque los vinilos debían de estar mal enterrados y se empeñan en resucitar); los coches afilan sus líneas, reducen sus consumos y, en un futuro, se desvincularán de la dependencia de los combustibles fósiles… o al menos eso esperamos por el bien del planeta.

Nuestro querido deporte (me sabrán perdonar la omnipresente muletilla), no es una excepción. Pese a lo que afirmen algunas leyendas urbanas más o menos originales —como esa del número de “tragos” de whisky que contenía una botella—, en origen los campos de golf no tenían 18 hoyos. El links de Leith, sede del primer club de golf del mundo, la Honorable Compañía de Golfistas de Edimburgo, empezó teniendo cinco hoyos, e incluso el Old Course, hasta 1764, no tuvo más que doce. En aquel entonces, en St. Andrews se jugaban 22 por ronda, ya que los hoyos estaban dispuestos en línea y diez de los doce se jugaban dos veces, una vez de “ida” y otra de “vuelta”. Fue en la cuna del golf donde se decidió combinar los primeros cuatro hoyos en dos para crear una vuelta de 18, que se convirtió en un estándar de juego, aunque el Old Course aún tardaría cien años en tener 18 hoyos diferentes. Aun así, Prestwick, la primera sede del Open Championship, nació como campo de doce hoyos y, en 1860, los participantes en la primera edición de esta prueba tuvieron que dar tres vueltas al campo (36 en total) para cumplir las condiciones de competición estipuladas.

Demos ahora un salto mortal para meternos de lleno en el siglo XXI. El stroke-play manda en el golf profesional y el invento del Dr. Stableford se ha hecho fuerte en el ámbito amateur, aunque sigue habiendo quienes afirman que este invento igualitario pervierte la pureza del golf y se aleja de las raíces históricas de este deporte. Sin embargo, acabamos de ver de dónde venimos y si el golf ha sido monolítico e inmutable desde su estandarización.

Convendrán conmigo en que uno de los principales problemas del golf actual es el tiempo que requiere. La naturaleza vertiginosa de la vida moderna, las obligaciones laborales y las responsabilidades familiares nos obligan a hacer malabares si queremos dedicar un día entero al golf. Si a eso le sumamos los problemas de juego lento que suelen darse en la mayoría de los campos, ya sea en pachangas o en competiciones oficiales, el lío está servido.

Voces más autorizadas que la mía llevan años defendiendo la construcción de campos de 12 hoyos o la implantación de torneos con modalidades diferentes. De hecho, Keith Pelley, director ejecutivo del European Tour, ha empuñado la bandera de la innovación al introducir en el calendario de la primera división europea dos torneos que se alejan de la ortodoxia habitual de los 72 hoyos stroke play, el World Super 6 Perth y GolfSixes, que se suman a los bienvenidos oasis match-play que salpican el calendario aquí y allá. Habrá que ver si tienen recorrido o si han sido flor de un día, pero de momento han servido para buscar nuevas vías.

Incluso formatos exitosos en ciertas pruebas, como la fórmula empleada en la Ryder Cup, se convierten en un pastel de difícil digestión cuando las fuerzas y las motivaciones están desequilibradas, como hemos podido ver en esta última edición de la Presidents Cup. Quizá haya llegado el momento de echarle imaginación y buscar una alternativa, ya sea en esta competición o en otros torneos señeros.

Dustin Johnson se sube a la espalda de Matt Kuchar durante la celebración de la Presidents Cup. © Golffile | Ken Murray
Dustin Johnson se sube a la espalda de Matt Kuchar durante la celebración de la Presidents Cup. © Golffile | Ken Murray

Porque independientemente del modo de juego, del sistema que se emplee y de las sutilezas semánticas, lo que subyace es el golf; es decir, llevar una bola desde el tee de salida hasta el hoyo en el menor número posible de golpes. Pero ni siquiera esta definición más o menos canónica debería servir de límite o frontera, porque lo verdaderamente importante es el disfrute (aunque, obviamente, se respeten unas normas y nos atengamos a unas reglas, que al fin y al cabo “vivimos en democracia”, como dice un amigo mío). Por eso no hay que tener miedo a los cambios de formato ni ponernos demasiado estupendos hablando de pureza ni de tradición… especialmente cuando las cifras de licencias y participación menguan.

2 COMENTARIOS

  1. Totalmente de acuerdo, aunque has olvidado a los 70 añeros como yo que nos cuesta hacer un recorrido completo
    Ya tomaron nota en el tenis creando el pádel.
    Te añoro en Movistar golf
    Saludos Enrique

  2. Difícil cuestión que da para mucho debate. Yo creo que, mientras no te impidan jugar con toda la «pureza» del mundo si lo deseas, no hay que tenerle miedo a los cambios, aunque «chirríen» un poco. Me sorprendió ese torneo que se juega al mejor de 5 hoyos y se van haciendo eliminatorias. Pero hay que dinamizar el juego, sobre todo para atraer jugadores, lo que redundaría en un «abaratamiento» del juego y que popularizase más y se dejaran determinados prejuicios sobre el mismo aparte.
    Y, como dice Emilia, hay edades en las que seguramente ya no se puedan hacer todos los hoyos, sin que por ello haya que dejar este increíble deporte.

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