La palabra precocidad evoca imágenes turbadoras en gran parte de la población —tenemos la mente sucia, como decían en Los Serrano—, pero no deja de ser un término que define lo temprano que se desarrollan ciertas cualidades o capacidades. Huelga decir que en el deporte de alto nivel, y en el golf, abundan los ejemplos de jovenzuelos que se atreven a faltarle metafóricamente el respeto a sus mayores y competir de igual a igual sin fijarse en la fecha de nacimiento, aunque también hay casos, los menos, de émulos de Benjamin Button (por ejemplo, Bernhard Langer y Miguel Ángel Jiménez) capaces de darle la vuelta al reloj y ofrecer su mejor versión ya de veteranos, como los buenos vinos.
Casi todos los grandes campeones de la historia han empezado a destacar a una edad temprana, aunque algunos llegaran a su mejor nivel ya alcanzada la madurez. Aun así, tampoco deberíamos perder de vista las historias con moraleja protagonizadas por jugadores como Ty Tryon, Tadd Fujikawa o Beverly Klass, empujados al profesionalismo por unos padres excesivamente entusiastas (o cegados por las posibles ganancias que les procurarían sus hijos) y convertidos en juguetes rotos y en ejemplos de lo que no debe hacerse al dirigir la carrera de un golfista prometedor. Al fin y al cabo, el golf es un deporte de largo recorrido (menor en el caso de las féminas, a causa de las desigualdades sociales que seguimos arrastrando en pleno siglo XXI) y, por rápida que sea la irrupción en la élite, la formación y la maduración siguen siendo elementos ineludibles.
Dustin Johnson y Marc Leishman parece unos viejales
De crecimiento rápido son Jordan Spieth, Justin Thomas y Jon Rahm, los dos primeros con 24 años en el carné (de conducir, que en EE. UU. no se estila el DNI) y el tercero con solo 22. Los tres figuran entre los cinco primeros de la FedEx Cup de este año, están en magnífica disposición de hacerse con el jugoso botín que se llevará el mejor del año en la general del PGA Tour y hacen sentirse viejos a Dustin Johnson y a Marc Leishman, sus compañeros en el top 5, pese a que tienen 33 años pelados y mondados. Unos viejales…
Rahm es el más joven de los 30 finalistas de la FedEX Cup
De Jordan Spieth poco más se puede decir ya: a un jugador que se le mete en la misma frase que Tiger Woods y Jack Nicklaus cuando se habla de los grandes que lleva ganados a su edad hay que tratarlo con el máximo de los respetos. Su victoria en el Open Championship le devolvió al círculo de ganadores de majors y, sobre todo, despejó una sombra que empezaba a pesarle. Por detrás, un Justin Thomas que es mucho más que escudero y compañero de correrías en las Bahamas de Spieth. Con cinco títulos en el bolsillo (PGA incluido), el estadounidense exprime hasta el último átomo de su aparentemente frágil físico y lo combina con un notable talento. Jon Rahm, por su parte, es el benjamín de los 30 finalistas del Tour Championship, pero también quien ha conseguido más top ten a nivel mundial de los que jugarán en East Lake. El de Barrika llega con el sobresaliente en el boletín de notas, pero con ganas de llevarse la lucrativa matrícula de honor (aunque no deje de recordar que la gloria importa mucho más que el parné). Sus objetivos para la temporada 2017 eran hacerse con una victoria en el PGA Tour y llegar al Tour Championship y los ha cumplido, pero además se ha colocado quinto en el ranking mundial y ha ganado en el European Tour. Quema etapas a una velocidad endiablada, pero, como los rivales que ya hemos mencionado, seguramente no lo estaría consiguiendo si la precipitación hubiera entrado en la ecuación. Si Rahm lo está consiguiendo todo muy deprisa es porque, al margen del gran talento que atesora, su equipo y él decidieron dar los pasos adecuados y planificar bien su salto a la arena profesional.
Aun así, estos jovenzuelos harían mal en descartar a sus veteranos compañeros de fatigas, especialmente a Dustin Johnson (número uno del mundo y tercero en la FedEx Cup) o Marc Leishman, brillante ganador del BMW Championship y del Arnold Palmer Invitational este año. Y que tampoco pierdan de vista a Sergio García, otro que sabe bien en qué consiste convertirse en una estrella nada más abandonar la adolescencia, pero que está dando lo mejor de su juego una vez alcanzada la treintena. Se dice que en golf no importa cómo, sino cuántos… siempre que no hablemos de años.
