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Masters: el regreso

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Cuando tenía quince añitos recién cumplidos, un amigo del instituto y yo decidimos que era mucho más divertido irse al cine a la Gran Vía de Madrid que quedarse en casa estudiando. Éramos unos fieras sacando conclusiones y tomando decisiones, como pueden ver. El caso es que compramos entradas para Aliens: el regreso, la última (entonces) película dirigida por James Cameron, segunda entrega de la saga Alien. He de confesar que por aquel entonces todavía no me había enfrentado al Alien de Ridley Scott porque me daba un miedo tremebundo, pero la continuación de Cameron tenía un atractivo para los chavales flipados por los cómics y las pelis de acción que se resume en una sencilla frase: marines espaciales subidos en naves molonas cazando alienígenas a tiro limpio. No, esta sinopsis no creo que pase a la historia de la crítica cinematográfica.

Los aliens atacaban, los marines se defendían e iban cayendo, las cámaras se movían frenéticamente. Era una sensación apabullante (y, como dicen los modernos, inmersiva)

El caso es que la película empieza más o menos tranquila y te va metiendo poco a poco en harina hasta que los marines llegan a una colonia supuestamente abandonada donde se encontrarán por primera vez con los aliens que dan título a la película. Y después de unos cuantos minutos de exploración y tensiones acumuladas, se arma la mundial, la marimorena, la de Dios es Cristo. Recuerdo que, cuando empezaron a aparecer los aliens y los marines tiraron de armamento para repelerlos, me quedé clavado al asiento, apenas protegido por el recipiente de las palomitas, sin saber dónde mirar. El ritmo era vertiginoso. Estaban pasando tantas cosas a la vez que era casi imposible centrar la atención. Los aliens atacaban, los marines se defendían e iban cayendo, las cámaras se movían frenéticamente. Era una sensación apabullante (y, como dicen los modernos, inmersiva).

Brooks Koepka. © Golffile | Fran Caffrey
Brooks Koepka. © Golffile | Fran Caffrey

De todo esto me acordé ayer siguiendo la segunda jornada del Masters. Cambien a Ripley, Gorman, Hicks, Hudson, Vásquez, Drake, Crowe, Apone, Frost, Wierzbowski y al resto de la tropa (sí, me sé los apellidos de la tripulación de la Sulaco, no me juzguen), por Molinari, Day, Koepka, Scott, Oosthuizen, Johnson, Woods, Poulter y Rahm, y el panorama es similar. Acción a raudales y la sensación de no saber dónde mirar, aunque el buen hacer del realizador de la CBS y los juguetitos que pone a nuestra disposición la organización del Masters (¿han visto la función Track de la aplicación del Masters?) cada día nos lo ponen más fácil.

El caso es que, este año, la reina alien aún no ha sacado lo peor que lleva dentro y el campo se está mostrando relativamente benévolo con los «marines coloniales» que recorren sus calles y greens suavizados por la lluvia

Lo del paralelismo con Aliens es un pensamiento recurrente cada vez que se celebra el Masters, aunque no sé si a los chaquetas verdes que rigen los destinos de Augusta les haría gracia la comparación. El caso es que, este año, la reina alien aún no ha sacado lo peor que lleva dentro y el campo se está mostrando relativamente benévolo con los «marines coloniales» que recorren sus calles y greens suavizados por la lluvia. El reparto, como puede verse, es estelar y faltan muy pocos jugadores de la élite entre los veinte mejores del torneo. La media de golpes es bajísima para lo que se estila en Augusta, y es la primera vez que hay un empate a cinco bandas (con cinco ganadores de majors) a la cabeza del torneo después de 36 hoyos.

© Golffile | Fran Caffrey
© Golffile | Fran Caffrey

Pero, como es lógico, a medida que avance la película la reina se irá cobrando víctimas, aunque los rugidos del público que se congregue en su recorrido no sean los gritos de victoria del bicho, sino un reconocimiento a las buenas acciones de los aguerridos marines. Solo falta saber quién encarnará a la indomable Ripley en la jornada definitiva, quién ejercerá de maltrecho Hicks o de Newt (los otros dos supervivientes de la película) o quién terminará como pasto de los xenomorfos.

Solo falta saber quién encarnará a la indomable Ripley en la jornada definitiva, quién ejercerá de maltrecho Hicks o de Newt (los otros dos supervivientes de la película) o quién terminará como pasto de los xenomorfos

Por cierto, Aliens: el regreso se estrenó en 1986, año en el que se escuchó el inmortal «Yes, sir!» que enmarcó el último triunfo de Jack Nicklaus, con 46 años, en el Masters de Augusta. Con 49 años, Phil Mickelson está metido de lleno en la pelea por el título y por volatilizar ese récord histórico de longevidad, y se disputa con Tiger Woods el favor del público reunido en el campo de Georgia. Si no gana Jon Rahm, el triunfo de cualquiera de los dos pondría un maravilloso «THE END» a la película de este año