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Sergio García. © Golffile | Ken Murray
Sergio García. © Golffile | Ken Murray

¡Cuánto tiempo, dirán ustedes! Bueno, al menos quienes me hayan echado de menos (¡mamá, baja la mano, que tú no cuentas!). Como Warren Sánchez, aquel inefable telepredicador creado por Les Luthiers, unos asuntillos me han retenido en otros rincones de la geografía hispana y me han impedido cumplir con mi cita semanal… pero, como Warren (cuyo libro «Warren tiene todas las respuestas» pueden adquirir por un módico precio a la salida del teatro), vuelvo con ustedes para impartir mi sospechoso y nada fiable magisterio.

Dustin Johnson © Golffile | Phil Inglis
Dustin Johnson © Golffile | Phil Inglis

Durante esta breve ausencia el mundo sigue igual de chiflado, así que en ese aspecto no hay muchas novedades. Si nos centramos en el golf, hemos tenido reciente relevo en escalafón del ranking mundial y Dustin Johnson ha cedido el testigo a Justin Thomas en una maniobra de escaso gusto, ya que si lo hubiera hecho hace unas semanas me habría permitido acertar uno de mis vaticinios para esta temporada (que Dustin Johnson abandonaría ese puesto antes del Masters de Augusta). Ahora hablando en serio, tiene mucho mérito y no ha sido suficientemente elogiada la hazaña del longilíneo jugador estadounidense. Mientras el discurso se centraba en los demás aspirantes y según soplara el viento decidíamos cantar las alabanzas de Jordan Spieth, Rory McIlroy, Jon Rahm o Jason Day, él ha seguido yendo a lo suyo y sumando semanas al frente del ranking en una época de aparente volatilidad. Hay un dato concluyente: Dustin Johnson ha acumulado 64 semanas consecutivas al frente de la clasificación mundial, más que nadie desde… 2010, cuando Tiger Woods batió el récord histórico con 281 semanas seguidas. Posteriormente Rory McIlroy ha llegado a sumar 95 semanas, pero en siete etapas distintas. Sin duda, un síntoma (si es que no había quedado lo suficientemente claro) de que Dustin Johnson es un jugador mayestático al que no afecta demasiado lo que se diga de él ni si sale bien parado en las comparaciones con otros jugadores.

En el plano nacional (y sin olvidarnos de los buenos resultados en el LET, el LPGA y el PGA Champions Tour), los españoles siguen asomándose con asiduidad a los puestos de privilegio. En el European Tour Nacho Elvira, Álvaro Quirós, Adrián Otaegui y Jorge Campillo han estado a punto de engrosar su palmarés y los dos últimos están demostrando una regularidad apabullante en lo que llevamos de 2018, circunstancia que, evidentemente, también se refleja en los distintos rankings y clasificaciones. La mal llamada «clase media» sigue acumulando galones. Sin duda, un magnífico síntoma y la constatación de que el golf español no se reduce, ni mucho menos, a los resultados que obtienen nuestros tres representantes más destacados en la actualidad: Jon Rahm, Sergio García y Rafa Cabrera-Bello.

Jon Rahm posa junto a toda su familia tras ganar el Open de España. © Thos Caffrey | Golffile
Jon Rahm posa junto a toda su familia tras ganar el Open de España. © Thos Caffrey | Golffile

Si centramos la mirada en ellos tres, de hecho, vemos que estamos atravesando un periodo de relativa calma después del subidón del triunfo del jugador de Barrika en el Open de España. La verdad es que tanto Rahm como Cabrera Bello solo han jugado el The Players, el potente torneo de los estereotipos y los lugares comunes (quinto major, marco incomparable, hoyo en isla) y el grancanario salió mejor parado con un meritorio top 20. Con respecto a Sergio García, el panorama es menos alentador, sin que tampoco debamos volvernos locos con los presagios funestos. Si bien el de Borriol ya suma tres resultados poco lucidos (dos cortes fallados en el Masters y en el Valero Texas Open y un puesto septuagésimo en The Players), venía de firmar tres top 9 consecutivos en las anteriores citas. Menos halagüeños son otros signos que nos llevan a pensar, haciendo una lectura posiblemente apresurada y ligera, que hay algo que inquieta al jugador de Borriol. Su reacción en el TPC de Sawgrass, la leve enganchada con un periodista estadounidense en Twitter durante el Masters y algún que otro incidente aislado durante aquel torneo son recuerdos incómodos de tiempos que creíamos ya pasados, indicios que pueden llegar a intranquilizar en un año Ryder en el que aún debe disputar los torneos más importantes del calendario.

Tommy Bolt.
Tommy Bolt.

Otros jugadores aprovechan sus arrebatos, sobre todo en juego, para canalizar sus instintos más destructivos y evitar males mayores. En el pasado, Tommy Bolt llegó a convertir sus lanzamientos y sus reacciones desaforadas en un arma más de su arsenal, en otra manera de dar espectáculo. Sin embargo, en el caso de Sergio García siempre hemos asociado estas señales a momentos críticos y peliagudos, a situaciones que van más allá de la mera incomodidad. Por otro lado, el castellonense siempre ha estado sometido a un escrutinio especial y siempre se ha analizado su rendimiento teniendo en cuenta un concepto excesivamente etéreo, especialmente para quienes no forman parte de su círculo más cercano: su «felicidad». Su capacidad está fuera de toda duda, igual que su talento, y su reciente paternidad parece que debería servir para equilibrar la delicada ecuación que lleva a la estabilidad y a los resultados positivos. Por eso esperamos que estos síntomas que hemos percibido durante las últimas semanas no sean más que un nubarrón circunstancial que se despejará en cuanto se encadenen un par de resultados positivos y el foco vuelva a centrarse en lo más importante: en su rendimiento deportivo.