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Mundos paralelos

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Jon Rahm, durante la segunda ronda en el Masters de Augusta.
Jon Rahm, durante la segunda ronda en el Masters de Augusta.

Dos vidas en un instante es una comedia romántica de finales de los 90 tirando a pastelosa que cuenta la historia de una joven (Gwyneth Paltrow) cuya existencia se bifurca en dos, dependiendo de si pierde o no el metro. Ese detalle aparentemente intranscendental hace que sus “dos vidas” transcurran por sendas diferentes, como nos cuentan en esta película que se apoya, aunque sea de refilón, en la teoría de los universos múltiples de Hugh Everett (por cierto, padre del genial Mark Oliver Everett, líder del grupo Eels). A grandes rasgos, y sin meternos en muchas honduras técnicas, este físico estadounidense propuso que cada vez que se pretendía medir u observar un fenómeno el universo se desdoblaba en tantos “clones” como resultados podían esperarse de dicha observación. Es decir, cada vez que afrontamos una disyuntiva, cuando menos el universo se divide en dos según lo que elijamos. Al margen del follón logístico que implicaría tanto desdoblamiento, habrá quien diga que en España no necesitamos a Everett ni al gato de Schrödinger para duplicar realidades, que para eso tenemos a los gallegos del estereotipo (y perdonen ustedes por el topicazo). Ya saben, como ese a quien le preguntaron por el tiempo y respondió: «Puede que llueva o puede que no. Ojalá». ¿Ojalá qué?

Convendrán conmigo en que el golf es el deporte ideal para el what if (el famoso “¿y si…?”, es decir, para que pensemos qué hubiera pasado en otras circunstancias, ya sea en el ámbito amateur o en el profesional. Que se lo digan a Sergio García si su segundo golpe aterriza quince centímetros más lejos en el hoyo 13 durante la primera jornada de esta edición, o a Jordan Spieth en la vuelta decisiva de 2016 en el hoyo 12, o a Scott Hoch al fallar un putt minúsculo en el Masters de 1989 que le abocó a un desempate que posteriormente perdería. ¿Qué hubiera ocurrido en las realidades paralelas en que no fallaban esos golpes? Nunca lo sabremos, como es lógico. Además, dirán ustedes con toda la razón del mundo que no todo es azar, que no hay que echarle la culpa al empedrado y que la habilidad, el talento y los conocimientos tienden a desequilibrar la balanza. Y aceptaré el argumento, aunque la suerte y los detalles milimétricos se empeñen en poner a prueba mis creencias.

Jon Rahm: “La clave ha sido el golpe del hoyo 11”

Por otro lado, igual que hay “accidentes” negativos, como los que ya he mencionado o incluso asuntos tan triviales y aparatosos como la torcedura de tobillo de Tony Finau o la caída por las escaleras de Dustin Johnson el año pasado, también hay peripecias positivas, como aquella bola de Fred Couples que se empeñó en aferrarse milagrosamente a unas briznas de hierba delante del obstáculo de agua del hoyo 12 (luego se supo que un jardinero no había hecho bien su trabajo) y que, en última instancia, le permitió hacerse con el triunfo aquel año. Los jugadores saben reconocer esos momentos decisivos, esos puntos de inflexión en sus vueltas, esos instantes en que se generan “realidades alternativas”, aunque en ellos la suerte influya menos que en la aventura de Couples en aquel Masters. Sin ir más lejos, en la segunda vuelta de esta edición, Jon Rahm identificaba el segundo golpe en el hoyo 11 como trascendental para el devenir de su torneo.

Fred Couples.
Fred Couples.

En las dos jornadas que restan, y como bien sabe todo el que ha pisado las verdes praderas de Augusta (no las de Garci), el campo se seguirá comportando como un gato mimoso pero caprichoso, un animal que se muestra dócil y ronronea cuando lo acaricias, pero que suelta zarpazos inesperados en cuanto se le antoja. Su esquizofrenia no deja de ser otra muestra de esas realidades paralelas de las que hablamos.

Tenemos buenas y malas noticias (y una intuición)

Y puestos a hablar de guiños del destino, les dejo un dato interesante: en 1982, Craig Stadler firmó un 75 en la vuelta inicial, pero acabó imponiéndose en el torneo. Ese resultado es el más alto firmado jamás por alguien que acababa enfundándose la chaqueta verde… y es el mismo que este año se anotaba en la primera ronda, entre otros, Jon Rahm.