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Cuestión de lógica

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Jon Rahm agradece al público el apoyo en el Open de Irlanda. © Golffile |Thos Caffrey
Jon Rahm agradece al público el apoyo en el Open de Irlanda. © Golffile |Thos CaffreyJon Rahm agradece al público el apoyo en el Open de Irlanda. © Golffile |Thos Caffrey

Mucho antes de que Aristóteles, Leibniz o Boole nos llegaran a través de los planes de estudio o que supiéramos que un silogismo rima con paroxismo pero tienen poco que ver, la lógica ya mandaba en nuestras vidas. Nuestra niñez está basada en la lógica proposicional, especialmente en el condicional material. “Si tal, cual”, viene a ser el resumen grosero de esta conectiva que no tarda en entrarnos en la mollera con distintos ejemplos prácticos: si comemos judías verdes, creceremos (o eso nos venden); si le tiramos de la coleta a esa niña, lo más normal es que nos dé una buena y merecida chufa; si nos portamos bien, los Reyes (o Papá Noel, o la Befana, o la entidad que encaje en el sistema de creencias familiar) nos traerán muchos regalos. Nuestros padres se apoyan en estas fórmulas más o menos inocentes para que nos quede claro que todo acto tiene una consecuencia. En plan maximalista, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, como escribía Stan Lee en un tebeo de Spiderman después de inspirarse en un discurso de Roosevelt.

Jon Rahm, abrazado al trofeo de campeón del Irish Open. © Golffile | Thos Caffrey
Jon Rahm, abrazado al trofeo de campeón del Irish Open. © Golffile | Thos Caffrey

Con el tiempo entendemos que los matices son tan importantes como las proposiciones de partida, y que la realidad es alérgica al verdadero o al falso, al blanco y al negro, y se tiñe de distintos tonos de gris… aunque siga habiendo gente aferrada a los mecanismos mentales infantiles y a las presunciones directas. Hace un par de semanas leíamos que el 7% de los estadounidenses pensaba que la leche chocolateada procedía de… las vacas de color marrón, una deducción maravillosamente naíf pero bochornosa. Pero volviendo con la lógica y los grises —los matices, no los de las batallitas de la etapa final del franquismo y la Transición—, hay golfistas, muy pocos, que se mueven cómodos en el terreno de lo absoluto y se atreven a desafiar los grandes hitos. Se dice acertadamente del golf que es un deporte de perdedores y que, en la actualidad, cualquiera de los jugadores que pincha bola en un torneo de postín tiene suficiente nivel como para ganarlo. Pero, del mismo modo, son muy pocos los jugadores capaces de imponerse en cualquier torneo en el que participen. La diferencia entre ambas frases parece sutil, pero es significativa.

Jon Rahm, desde el rough en la última ronda en Irlanda. © Golffile | Fran Caffrey
Jon Rahm, desde el rough en la última ronda en Irlanda. © Golffile | Fran Caffrey

Jon Rahm es un jugador instalado en la tautología, aunque no en su acepción de redundancia más o menos jocosa (recuerden aquello de “personas humanas” que se ha extendido cual plaga), sino en su vertiente puramente lógica. A grandes rasgos, una tautología es una fórmula que resulta verdadera para cualquier interpretación. Y el jugador vasco rezuma verdad, tanto en su juego como en su carácter. De la legitimidad de su calidad nadie puede dudar y ahí están sus apabullantes resultados. De la autenticidad de su carácter, objeto de numerosas críticas en estos primeros meses de carrera profesional, tampoco. Al de Barrika le cuesta refrenarse en determinadas situaciones y en ocasiones tiene que librar una doble batalla, contra el campo y contra sí mismo, rivales ambos más que temibles. El Open de Irlanda pareció la escenificación en cinco días de un largo acto de contrición: desde el arrepentimiento público y las sentidas disculpas por su comportamiento durante el U. S. Open en las jornadas previas a la culminación perfecta, consiguiendo que en la jornada decisiva imperara la calma. Rahm no es un jugador de paripés; igual que es consciente de que se equivoca cuando las emociones salen a relucir e interfieren en su juego, no le cuesta aprender (bien aconsejado por su equipo) y salir reforzado de sus errores. Como dijo poco después de alzar el trofeo en Portstewart, ahora tratará de aplicar la misma lógica, otra vez la lógica, en el Open Championship.

Como escribí hace muchos meses en otro medio, y aunque ahora parezca de perogrullo afirmarlo, la irrupción de Jon Rahm es lo más importante que le ha pasado al golf profesional en nuestro país en las dos últimas décadas, junto al segundo triunfo de José María Olazábal en el Masters y los 18 años de carrera de Sergio García, culminados el pasado abril con su título en Augusta. Además de congratularnos de que la lógica haya imperado y su fulgurante carrera amateur se esté prorrogando en el campo profesional, permítanme cerrar el círculo temático con otro condicional proposicional: si están vivos, disfruten con la verdad de su juego.

2 COMENTARIOS

  1. Sí señor. Bien dicho y a veces rebuscado. Pero escribes con talento no acostumbrado. Con soltura científica. Con acierto. Con libertad. Como el personaje de tu artículo. Sin dobleces. Espontáneo y atrevido como los grandes campeones.

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