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Spieth va por libre

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Jordan Spieth posa con la Jarra de Clarete. © Golffile | David Lloyd
Jordan Spieth posa con la Jarra de Clarete. © Golffile | David Lloyd

A los pioneros no solo se les supone valor, como en la antigua mili, sino también capacidad para hollar territorios inexplorados y encontrar nuevas rutas hacia el éxito. En la jornada decisiva, Jordan Spieth se pasó, casi literalmente, tres pueblos en la persecución de esos objetivos. Su escapada en el hoyo 13 metió en un buen berenjenal al equipo arbitral del Open Championship, que estuvo a punto de recurrir a algún satélite geoestacionario para localizar la ubicación ideal del dropaje que el estadounidense requería tras declarar su bola injugable. Eso sí, una vez resuelto el tremendo embrollo, el meritorio bogey que salvaba poco después y las palabras de su caddie fueron los catalizadores de una reacción asombrosa.

Jordan Spieth y su caddie Michael Greller en el hoyo 18 durante la ronda final en Royal Birkdale,. © Golffile | Fran Caffrey
Jordan Spieth y su caddie Michael Greller en el hoyo 18 durante la ronda final en Royal Birkdale,. © Golffile | Fran Caffrey

Posteriormente, después de rozar el hoyo en uno en el 14 y empatar con un Kuchar que no se explicaba la cantidad de cosas que estaban pasando a su alrededor, Spieth demostró de nuevo su carácter innovador al infringir una norma inmutable que el golf comparte con el fútbol de barrio: la “ley de la botella”, es decir, “quien la tira va a por ella”. Después de lanzar con láser un putt de casi 17 metros que acabó en eagle, un enardecido Spieth le decía a su caddie, Michael Greller, “go get that”, es decir “ve a por la bola”. Greller, que hasta entonces se había tirado toda la vuelta disfrazado de padre Karras o de Peter Venkman, exorcizando demonios y cazando fantasmas (la sombra del hoyo 12 de Augusta sigue siendo alargada), obedeció a su jefe y supo entonces que la jarra de clarete no se les escapaba. A los cuervos que revoloteaban sobre el posible cadáver de Spieth los espantaron dos pajaritos más que escoltaron al águila del 15 y se acabaron las dudas que había generado con su tembloroso comienzo, con tres bogeys en los cuatro primeros hoyos, y su actuación errática hasta ese momento.

Matt Kuchar en la jornada final del Open Championship. © Golffile | David Lloyd
Matt Kuchar en la jornada final del Open Championship. © Golffile | David Lloyd

Y Kuchar, de nuevo, viéndolas venir. No jugó mal el sonriente golfista, pero en todo momento dio la sensación de que el protagonismo lo copaba Spieth. Solo él podía perder el torneo, y solo él lo ganó. Kuchar andaba por los alrededores por si le caía en las manos. Su impecable actitud, especialmente durante la espera de más de quince minutos hasta que se resolvió el lío del hoyo 13, nos llevó a pensar en el duelo caballeresco que libraron Justin Rose y Sergio García en el Masters. Si Spieth se hubiera cruzado con algún jugador más “tieso”, a lo mejor a estas alturas estaríamos hablando de otra cosa.

Hay muchas maneras de hacer 69 golpes en un par 70, y como reconocía Spieth “habría estado bien hacer 17 pares y un birdie», pero la senda que tomó, con ese remate espectacular, está reservada a poquísimos elegidos. Con su triunfo, el texano se ha unido a varios clubes exclusivos, como el que comparte únicamente con Jack Nicklaus: el de jugadores que han ganado tres grandes diferentes antes de cumplir 24 años.

Rafa Cabrera Bello en Royal Birkdale. © Golffile | David Lloyd
Rafa Cabrera Bello en Royal Birkdale. © Golffile | David Lloyd

Nos quedamos con las ganas de ver qué habría ocurrido si Rory McIlroy llega a estar algo más fino, ya que la reacción del norirlandés fue tardía e insuficiente, pero ahí está el PGA Championship en lontananza para resolver dudas. Y en la cita de Quail Hollow también estarán los cuatro españoles que jugaron en Royal Birkdale, con un Rafa Cabrera-Bello que si sigue dando saltos de calidad le va a pasar lo que a Spieth: que acabará saliéndose del planeta y necesitará un mapa para reubicarse.