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Portada de '10 negritos', de Agatha Christie
Portada de '10 negritos', de Agatha Christie

«¿Quién ha sido?» o «¿Quién lo ha hecho?», como muchos de nuestros lectores sabrán, es la traducción más o menos canónica del palabro que encabeza este artículo y que define a todo un subgénero de la ficción detectivesca y de las novelas de misterio. En este tipo de novelas o películas hay que resolver un enigma o un crimen que suele tener lugar en un entorno más o menos cerrado y entre los implicados siempre está el culpable. A grandes rasgos, como lo que se va a vivir esta tarde-noche en la resolución de la 147ª edición del Open Championship.

El escenario, amplio pero limitado, un links de Carnoustie donde el viento reclamará el protagonismo que hasta ahora no ha tenido en el torneo; los sospechosos, una nutrida nómina de jugadores de primer nivel encabezada por Jordan Spieth, defensor del título; el «arma del crimen», seguramente el putter, pero no hay que descartar que algún otro palo cobre importancia y sea el utilizado para propinar el «golpe de gracia». Como en Diez negritos, la seminal novela de Agatha Christie, a medida que avance la trama los aspirantes irán cayendo de uno en uno, hasta que este proceso de selección natural más o menos cruento culmine cerca de las nueve de la noche y el campeón alce la anhelada jarra de clarete.

Pero aquí no hay detectives, si acaso la prensa que intenta desentrañar las opciones de cada jugador, ni criminales que intenten salirse con la suya, más allá de las filias y las fobias que despierte cada jugador. El plantel es lo suficientemente atractivo como para que el desenlace del torneo nos tenga tan pegados a la pantalla como cualquier intriga firmada por alguno de los magos del suspense cinematográfico. La presencia de Tiger Woods, después de tanto tiempo, en la zona alta de la clasificación con opciones de triunfo y las candidaturas firmes de Rory McIlroy y, sobre todo, de Jordan Spieth añaden un picante especial a la trama. Si los tres llegan al último trecho del torneo con opciones de triunfo, el reventón en las cifras de audiencia puede ser épico. Por supuesto, no pretendo hacer de menos a jugadores emergentes como Xander Schauffele o Tommy Fleetwood, a valores asentados como Francesco Molinari y Zach Johnson, o al resto de los golfistas que parten con opciones en esta última vuelta, pero no nos gustaría que al final se descubriese, en un giro de guion absurdo, que el «culpable» era un secundario que se limitaba a asomarse a la pantalla unos segundos y que apenas tiene peso en el argumento.

Llega este final de torneo, además, en una fecha con trascendencia histórica para el golf español. El 22 de julio de 1984 Seve Ballesteros se hacía con su segundo Open en aquella edición mágica celebrada en St Andrews que culminaba con aquella instantánea eterna del as cántabro, ese puño al aire mientras decía «la metí». Por eso resulta especialmente doloroso que no haya ninguno de los nuestros con opciones de triunfo, aunque el 22 de julio ya nos rompió el corazón hace exactamente once años, precisamente en Carnoustie, cuando aquel putt de Sergio García se negó a caer lo suficiente en el hoyo 18 para decantar aquel título que finalmente se adjudicó Padraig Harrington.

Tendremos que aguardar casi un año entero para ver si llega la cuarta jarra de clarete a nuestro país, pero el comienzo de la espera se hará mucho más llevadero disfrutando con el fin de fiesta del 147º Open Championship.