Inicio Blogs Raquel Wedge Era una voz tímida, casi imperceptible…

Era una voz tímida, casi imperceptible…

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Aprovechando la larga caminata que une el green del hoyo 13 con el tee del 14, un chiquillo muy rubio, espoleado por su padre, aprieta el paso a todo lo que dan sus diminutas piernas para poder alcanzar a Jordan Spieth. El Número Uno del mundo acaba de hacer birdie en su partido de pro-am en Abu Dhabi tras dejar la bola a tres palmos del hoyo con un tirazo.

La estampa recuerda a una romería. Fotos por aquí y por allá, autógrafos y charlas, muchas charlas, con el de aquí, con el de allí y con el de más allá… La gente ve a Jordan Spieth y no se queda congelada como si acabara de ver a un ser llegado de otro planeta o a una pareja de la guardia civil a la salida de una feria de pueblo. Al revés, Spieth es cercano, accesible, lo permite. No lleva cohorte, ni seguridad, va sólo, con su caddie, campechanos ambos, escuchando a todos y respondiendo.

El niño rubio no lo tiene fácil y nunca llega a alcanzar al texano. Cuando su pequeñita cabeza aún está un metro por detrás de la rodilla de Spieth le pide un autógrafo con una voz muy tímida, casi imperceptible. Yo estoy a un metro, mirando al chico y ni lo oigo, sólo acierto a leerle los labios. Increíblemente, Spieth, que está hablando con un amigo de un jugador de su pro-am, se detiene en seco, se da la vuelta, baja la mirada y empieza a hablar con el rubio: «seguro, dónde quieres la firma, ¿en la gorra? Ya veo que tienes la de Rickie, ¿qué tal, ha sido simpático contigo?». El niño sonríe nervioso y feliz, pero sin articular palabra. Llegan juntos al tee del hoyo 14, el chico va corriendo de vuelta junto a su padre y Spieth vuelve a hablar con el amigo del jugador de su proam.

En plena preparación del golpe, Jordan le pide a Michael, su caddie, otra bola, coge la que estaba jugando, la firma y se la lanza al chico rubio que ya había colmado todos sus deseos con el autógrafo. Está en primera fila, detrás de las cuerdas, disfrutando con su padre de la anécdota con el Número Uno cuando la pelota cae junto a sus pies. Ni la ve venir. Otra vez esa misma sonrisa.

Spieth es un Número Uno de todos, porque mira y ve, oye y escucha.