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La suerte de McIlroy

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Nota previa: necios y guays absténganse de leer este artículo. Rory McIlroy tuvo una señora dosis de suerte el domingo para ganar el WGC Bridgestone Invitational. Fueron tres momentos puntuales, muy puntuales, pero decisivos. ¿La suerte del campeón?

Así dicho, como concepto abstracto, es atractivo, puede ser, habrá quien quiera creer en ella y quien no. Yo, desde luego, no sé si existe. Más bien, me parece que cada vez que un ganador tiene un golpe de fortuna recurrimos siempre a lo mismo. Es un recurso moloncete. De este modo, yo no diré que fue la suerte del campeón. Simplemente, fue suerte, nada más… y nada menos.

Tres drives que podrían haber acabado en bola perdida, injugable, sin tiro o en la mochila de un chaval de catorce años, fueron a parar al centro de la calle. Y el que no, se las ingenió para en el golpe siguiente pegar lo justo en una rama y detenerse mansamente a tres cuartas del hoyo para birdie. Sí, esto ocurrió en el hoyo 1. Un hoyo del que Rory bien podría haber salido con bogey y Sergio con cuatro golpes de ventaja y acabó siendo al contrario, McIlroy a dos golpes.

Y ahora vamos a desarrollar la nota previa. Hay que ser muy necio para pensar que McIlroy ganó en Firestone agarrado únicamente a la suerte. No, evidentemente no fue solo suerte, hubo mucho juego detrás y mucha valentía. Lo decía el propio Sergio: “hoy hemos visto cómo puede pegar a la bola Rory”. Y lo dice, con admiración, uno que en ese capítulo, en el de pegar a la bola, anda sobrado.

Rory optó por una estrategia agresiva y le salió bien. Óle tú, Rory. Pero también le pudo salir mal. Es más, no anduvo tan lejos de que le saliera mal. Un rebote para allá en lugar de para acá y, posiblemente, hoy estaríamos diciendo que arriesgó más de la cuenta, que a ver si al final Tiger tenía razón y McIlroy es más Mickelson que el propio Tiger.

Y ahora vamos con los guays… Porque es muy guay decir hoy que McIlroy tuvo suerte porque la buscó. Otra frase para el mármol. No, señores guays, Rory no buscaba que ese drive pegara de lleno en una rama para frenar mansamente en el centro de la calle. Rory buscaba el centro de la calle, falló y tuvo suerte. Punto y final. Sergio también buscó la suerte a su manera, aferrado por ejemplo a ese putter que se comportó de forma espléndida los tres primeros días, pero no la encontró. Como tampoco la encontraron Adam Scott, Keegan Bradley, Phil Mickelson, Justin Rose o Tiger Woods. ¿O es que todos estos no la buscaron?

Conclusión: McIlroy ganó el Bridgestone porque jugó una barbaridad y tuvo suerte en los momentos puntuales. Sí, hasta el Número 1 del mundo también necesita la suerte. Y dicho esto, que la suerte les acompañe.