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Esta coleta no se corta

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Miguel Ángel Jiménez (-15) vuelve a escribir una espléndida página de la historia del golf mundial…

Ya es el jugador más veterano (48 años y 318 días) que consigue ganar un torneo del European Tour en la historia de este circuito, después de cantar victoria hoy en el UBS Hong Kong Open, y superando así a Des Smyth, que ganó por última vez a la edad de 48 años y 34 días.

Acaba de sumar, así pues, su tercer triunfo en esta plaza, el Hong Kong Golf Club, y el 19º en el circuito europeo, y lo ha hecho dando un recital en el último partido del domingo. Porque sus rivales le han apretado y ha necesitado un 65 para completar la gesta. Especialmente el sueco Andersson Hed (-14), que con una tarjeta de 64 golpes ha exigido lo mejor del repertorio del español. No en vano, Jiménez ha necesitado encadenar 54 hoyos sin bogey y cazar hoy 16 greenes para cerrar sin paliativos este bello episodio de su extensa carrera.

Este año 2012 venía defendiéndose como gato panza arriba contra la inmisericorde lógica del deporte y de la vida. La competencia viene pisando fuerte, y el talento se pule aquí y allá, apoyándose en nuevos materiales y en unos equipos de trabajo híper profesionalizados. Los campos ganan metros y las horas de aeropuerto y aviones pesan cada vez más, sobre todo después de haber jugado 597 torneos, que son los que él lleva a sus espaldas, y eso contando solo los del circuito europeo… A nadie extrañaba entonces que, centímetro a centímetro, Jiménez perdiera terreno en el ranking mundial.

Pero el churrianero no atiende a la lógica del común de los mortales. Nunca un tópico fue tan esplendorosamente cierto, porque son ya doce trofeos los que acumula después de haber cumplido los cuarenta años de edad. Será este registro, este récord, el que más se prolongue en el tiempo.  

La receta de su longevidad deportiva no puede escribirse sobre una servilleta. El secreto de Miguel reside en una compleja aleación de ingredientes. Ni que decir tiene que no se puede ganar tanto sin disponer de las armas adecuadas: ese swing redondo y rítmico que repite y repite y esas manos que casi conectan directamente con la bola. Amor propio, por supuesto. Y también un profundo amor por el juego del golf. Una extraordinaria confianza en sí mismo. Y esa filosofía de vida que le permite respirar cuando más ahogado pueda andar. Siempre encuentra el modo de alcanzar la orilla.

Pero conviene insistir, para que nadie se lleve a engaño: detrás de cada puro y de cada Rioja, hay un buen puñado de horas de trabajo. De rutina disciplinada previa a la competición. Jamás se abandona y es un lujo comprobarlo semana a semana. No se salta una sola sesión de bolas que estuviera planificada. Es un fundamentalista del ‘todo tiene su tiempo y su momento’, así que podríamos afirmar sin equivocarnos demasiado que es germánico hasta para el ocio. Si toca currar, se curra; pero si toca encenderse un puro, se enciende. Se hayan hecho 65 ó 75 golpes.