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El Club de los Diez y la lección de Lampert

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Historias de la Fábrica de Talentos

Moritz Lampert ha entrado en el exclusivo Club de los 10 del Challenge Tour.

En 25 años de historia solo diez jugadores han logrado la hazaña de firmar tres victorias o más en una misma temporada, gesta que desde 2004 viene con un pan bajo el brazo: el ascenso automático al European Tour. Es decir, no solo garantizan la tarjeta para el año siguiente, sino que además el siguiente torneo que disputen, lo hacen ya como miembros de pleno derecho del Tour Europeo. Estos chicos son buenos y lo son ya.

El primero en lograr esta hazaña fue el británico Warren Bennett, que en 1998 ganó nada menos que cinco torneos del Challenge; siguió el canario Carlos Suneson, con tres victorias en 1999; el irlandés David Higgins ganó tres en 2000; ese mismo año, el sueco Henrik Stenson, actual Número Tres del mundo y noveno en la Carrera hacia Dubai empezaba su maratón hacia el éxito con tres victorias. Fue entonces cuando el Tour Europeo decidió premiar a estos jugadores con la promoción inmediata, aunque tardó en llevarse a cabo. El primer ‘agraciado’ fue Edoardo Molinari en 2009; y al italiano le siguieron el francés Benjamin Hebert y el británico Sam Little, ambos en 2011, el sueco Kristoffer Broberg, con cuatro triunfos en 2012, el norteamericano Brooks Koepka en 2013 y el alemán Moritz Lampert este curso. Este es el club de los diez elegidos del Challenge Tour. Solo diez en quince años, lo que demuestra la dificultad de la empresa y el talento que hay que tener para realizarla.

Sin embargo, no todos ellos han llegado a lo más alto del ranking mundial, lo que directamente me lleva a una charla que mantuve con Lampert en el Fed.Olsen Challenge en Tecina Golf este mismo año. El alemán acababa de ganar el Challenge de España, su segunda victoria de la temporada, y lo primero que dijo fue que no hay que confiarse, que esto es una carrera de fondo. Solo hay que repasar la lista de los diez para darse cuenta, pero Moritz hablaba también primera persona. En 2011, cuando aún era amateur, jugó la Escuela y logró la tarjeta para el Tour, así que decidió pasarse a pro. Fue el típico caso de llegar y besar el santo. De un día para otro estaba jugando contra los mejores del mundo. No le fue bien y se dio cuenta de que todo había ido demasiado rápido. “He aprendido que esto no es un sprint, sino una maratón”, afirmaba al levantar el trofeo en Tecina. Esa era la lección.

Esto mismo ocurre en todas las profesiones. Los genios existen, pero se cuentan con los dedos de una mano. Un chaval que llega a lo más alto del golf mundial sin pasar por el Alps Tour, Challenge o Web.com Tour es posible, hay casos, pero no es lo habitual. Se necesita una formación. Al igual que un chico de 16 años no opera a corazón abierto sin haberse instruido antes, ni dirige una empresa, o un periódico sin haber pasado previamente por otros puestos inferiores.

El talento puede abrir puertas de par en par, pero no siempre es la clave del éxito. Un genio no llega a lo más alto (y se mantiene) por el simple hecho de serlo. Hay muchos que tienen un chispazo de brillantez y ahí se quedan. En golf hemos visto muchos casos. La constancia, la perseverancia y el trabajo constante, unido a esa genialidad, es el camino que con más probabilidad te llevará al triunfo.

En todas las profesiones se deben dar los pasos adecuados para conseguir el éxito, pero siempre desde el punto de vista de que estás inmerso en una maratón, y no una carrera de 100 metros. Como bien decía Lampert, especialmente en una de largo recorrido como el golf. En el Challenge Tour empieza la carrera hacia el éxito y Lampert, con el Diez a la espalda, acaba de demostrar ser un ‘finisher’ en la media maratón.