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Pablo Martín, algo más que un chispazo

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Pablo Martin Benavides. © Golffile | David Lloyd
Pablo Martin Benavides. © Golffile | David Lloyd

Pablo Martín ha caído en los octavos de final del Andalucía Costa del Sol Match Play 9, en un partido a cara de perro resuelto en el cuarto hoyo de desempate, tras los nueve pertinentes, ante el joven irlandés Gavin Moynihan, al que hay que dar todo el mérito: no es que sea poseedor de un juego portentoso, pero falla muy poco, exprime sus condiciones al ciento por ciento y tiene un fiabilísimo juego con los wedges, condición indispensable para hacerlo muy bien en el recorrido Asia de La Cala Golf Resort.

Puestos a hacer balance, lo primero que hay que señalar es que el malagueño merece toda la credibilidad del mundo cuando asegura que está pegando a la bola con una intención y una confianza que nada tiene que ver con lo de años atrás (aunque 2015 fue la excepción, pues aquel año realmente jugó muy bien al golf). Se ha visto esta semana. Y se ha visto a las malas y a las buenas. Sus momentos brillantes, créanlo, han sido numerosos y estaban al nivel de los mejores. Y no quitamos ni un punto ni una coma a esta aseveración.

Desde el tee, por ejemplo, ha dado un recital casi durante las tres jornadas de competición, en medal y en match play, con y sin presión. Su driver ha funcionado a un nivel sobresaliente y los hierros largos que se pegan en este campo desde el tee también han sido espectaculares, uno detrás de otro. Él asegura que está pegando así desde hace tiempo. Y que desde el pasado mes de noviembre ha jugado la mayoría de las rondas por debajo del par. Y también nos ha confesado, en definitiva, que de haber tenido esta confianza desde el tee en sus tiempos del European Tour, no le hubieran sacado de allí ni con agua caliente.

La gran incógnita que ciertamente se cierne ahora sobre él tiene mucho que ver con el hecho de que no tiene un espacio claro donde competir y seguir mejorando, engrasando la maquinaria y, por supuesto, haciendo resultados. Esta es una situación complicada para un profesional, aunque él va a seguir jugando previas de torneos en Estados Unidos del Web.com y, si se tercia, del PGA Tour. No es una mala idea, pero tampoco te deja establecer un calendario claro y, además, te ves abocado a jugar cada vuelta casi con la soga al cuello.

Esta semana en La Cala y en su tierra debiera ser algo más que un chispazo, más que un momento efímero de gloria interrumpida en unos octavos de final. Hoy, en el apretadísimo partido ante Moynihan, embocaba un putt tremendo desde unos ocho metros y sacaba el puño con toda la fuerza y energía del mundo. Alguno, allí, a pie de green, se decía: en algún lugar de esa cabecita loca de genio quedan los rescoldos incandescentes de un top-50 del mundo que debió ser y, de momento, no ha sido.

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