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Del subidón, al tierra trágame: Pablo Larrazábal

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Pablo Larrazábal pega el tercer golpe del hoyo 18 el domingo. © Golffile | Shannon Naidoo

(Serial para despedir 2019. Nuestros profesionales nos cuentan su peor y su mejor momento del año. Del subidón, al tierra trágame. Hay de todo, como en botica).

Pablo Larrazábal no ha tenido que exprimir demasiado su memoria para encontrar el mejor y el peor momento de 2019. Seguramente porque se trata realmente del mejor y el peor momento de los últimos cuatro años. Nos situamos rápido. Descuenten hojas del calendario hasta el día 1 de dicembre. Viajamos a Leopard Creek, Sudáfrica.

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El subidón:

79 metros. Algo menos que el largo de un campo de fútbol. Ese es el número por el que voy a brindar el 31 de diciembre para despedir el año. 79 metros. Esa es la distancia que tenía en mi tercer golpe del hoyo 18 de Leopard Creek el domingo del Alfred Dunhill Championship. 79 metros de vuelo perfecto. Al trapo. A metro y medio del agujero para birdie. A metro y medio de mi quinta victoria en el European Tour. A metro y medio de confirmar que no, que esto aún no ha acabado, que queda mucha tela que cortar y que voy a seguir dando sustos por esos campos. Mi subidón del año no puede ser otro que ese golpe. Esos 79 metros. Ese birdie para ganar de nuevo en el European Tour. En Sudáfrica. En mi segunda casa. La guinda perfecta a una semana de ensueño compartiendo casa, mesa, mantel e historia con uno de los más grandes: Ernie Els.

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Pablo Larrazábal. (© Golffile | Shannon Naidoo)
Tierra trágame:

Suena el despertador ese mismo 1 de diciembre. Ese mismo domingo. Apenas unas horas antes de los 79 metros. Salgo de la cama, apoyo los pies en el suelo y el mundo se me viene encima. Casi no puedo apoyar y me duele a rabiar cuando intento caminar. No puede ser. El calor y la humedad me han provocado unas ampollas salvajes. Lidero el torneo a falta de 18 hoyos y en ese momento mi cabeza sólo piensa en si podré salir a jugar. Las dudas son más que razonables. Sí, me tendrían que cortar una pierna para no jugar esa última ronda, pero no dejo de pensar en cómo voy a hacerlo. Consigo llegar al tee del 1 tras un trabajo extraordinario de los fisios del Sunshine Tour, pero los peores temores se confirman. Me cuesta horrores hacer el swing, no puedo acabar el golpe y mi golf desde el tee es una escopeta de feria. Los peores nueve hoyos de mi vida. Con diferencia. Cuando pego la escapada de salida en el hoyo 9 me siento mentalmente derrotado. Intento encontrar algo, pero ahí me parece imposible. Ese es instante del tierra trágame… Dos horas después tenía 79 metros en el hoyo 18 para pegar mi tercer golpe. Pero qué grande es el golf…

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